PP Vamos a incluir el aeropuerto en esta nómina de visitas.
Es cierto que fuimos al aeropuerto por razones estrictamente prácticas, hacer la reserva de asientos para el vuelo a Miami, pero, de paso, tuvimos una estupenda visita como a un museo; un museo con una sola pieza, pero una pieza que bien se merecería un lugar destacado en cualquier museo grande de la Tierra, donde seguramente sería una pieza de conversación, en vez de estar sepultada en la penumbra de un aeropuerto donde la gente ni siquiera nota su existencia - ¿por qué, por lo menos, no se la pone en un pedestal, por qué no se le enfoca una luz?
La pieza única
Se trata de un gran sistema radicular de árbol, como queda cuando se tumba un árbol arrancado de cuajo, y cuando su sistema radicular sale en una sola pieza vertical del suelo. O mejor dicho, se trata del uso que supo dar a este abanico radicular algún genio - porque hay que tener la sagrada chispa de la creatividad para inventar lo que vimos: todas y cada una de las raíces y radículas del sistema, totalmente esculpidas - aprovechando su largo, cortedad, espesor, delgadez, forma general, en lo increíble siguiente:
diecinueve pájaros - un mono - un cangrejo - un hombre - una mujer - tres serpientes - tres racimos de frutas - seis lagartos - tres capibaras o algo que se les parece - nueve mamales que no podemos identificar y posiblemente inidentificables - una oruga - ocho pescados - un pescado monstruo - un perro - cuatro venados - una cabeza de cocodrilo - una cabra - seis ramas con hojas - un insecto que no sabríamos identificar - tres cabezas de dragones - y por debajo de todo ello, un cantero de vegetación; setenta y cinco sujetos meticulosamente tallados en este sistema radicular, una verdadera arca de Noé - no, debe de ser Adán y Eva en el paraíso terrestre; nunca vimos cosa semejante.
Esta escultura y la moza esclava de bronce y mármol del Museo del Panteón son realmente dos piezas excepcionales.
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\PP/ Hoy, miércoles, algunas observaciones.
oo Aceptamos como realidad la impresión que se nos iba imponiendo desde que llegamos a Puerto Príncipe, de que no hay barrio acomodado en esta ciudad; no encontramos el habitual escalonamiento, inevitable en cualquier ciudad, de barrios desde pobres a acomodados; el único contraste que se da aquí es entre lo ordinario para abajo de toda la ciudad y los muy contados edificios públicos: el Palacio Nacional, el Museo del Panteón, la estatua del Negro Anónimo - todos estos, muy obvios; una delegación de la ONU, una embajada, y pocas cosas más - éstas, perdidas en la mediocridad como gotas de agua en el mar.