re-cortadas y re-usadas en varias maneras como para lograr llenar todo el programa, y con el inhabitual comentario de que, desde un tiempo a esta parte, los antropólogos y demás estudiosos de la cuenca amazónica tuvieron que suspender sus investigaciones por tiempo indefinido. No nos sorprende, según lo pudimos sentir nosotros mismos: lo que se puede ver, no tiene interés, lo que tiene interés, ahora no se puede ver.
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Hoy, viernes, a las 4 de la tarde, aparecieron los boletos de avión, a último momento, después de tanta espera, para el vuelo de mañana por la mañana. ¡Y qué boletos! En vez de haberlos hecho Santo Domingo / Puerto Príncipe / Miami, los hicieron ... para Santo Domingo / Puerto Príncipe ... y vuelta a Santo Domingo, al precio de Santo Domingo / Puerto Príncipe / Miami. Corrida de emergencia, antes del cierre de las oficinas, a hacerlos cambiar. Parece que ciertos países no se pierden una oportunidad.
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Sábado. De tarde.
El vuelo a Puerto Príncipe fue esta mañana. Pero estamos ... de vuelta en nuestro hotel de Santo Domingo.
Cuando estábamos en el aeropuerto, ya por subir al avión, se nos ocurrió llamar a la naviera para tener la satisfacción de escuchar que todo estaba en orden, que, quizás, el contenedor ya estaba embarcado. Escuchamos que todo estaba en orden - pero, mientras lo repetíamos para confirmación, un fugaz segundo no más, sentimos que algo pasaba en la otra punta de la línea telefónica. El empleado-de-muelle de la naviera, que, por casualidad, se encontraba en la oficina y se había dado cuenta de que nosotros estábamos llamando, informaba al empleado-de-oficina de la naviera - a quien no había dicho nada hasta entonces - y a nosotros, como por un eco fantasmal, que ... el contenedor estaba detenido, que no podría ser embarcado porque la aduana se había dado cuenta de que no se había devuelto ... las placas dominicanas. ¡Qué estupor!
Menos mal que habíamos llamado. ¡Imaginarse que estaríamos volando a Haití, y días más tarde, a Miami, confiados que encontraríamos nuestro coche allá, para encontrarnos con que el coche se había quedado bloqueado en Santo Domingo! Pero ¿por qué, por qué no nos habían llamado por teléfono al hotel? Justamente porque el empleado-de-muelle, pensando que ya nos habíamos ido, no había informado del problema a sus colegas del escritorio - lo que tendría que haber hecho, es evidente, en cualquier caso. ¡Estupor!