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\SD/ Santo Domingo. Primera cosa, la aduana.
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Queremos irnos recién dentro de una semana, y, por nuestro permiso, podríamos quedarnos más, pero la perspectiva de tener que pasar otra vez por ese manicomio administrado por sus propios locos nos aconseja darnos semanas de margen. Nuestro amigo, casi se podría decir tío, el Señor Colector, nos aseguró - repetidas veces ante nuestra incredulidad - que es sólo cuestión de un pequeño formulario llenado por la naviera y firmado por él, y del tiempo físico de poner nuestra guagua en el contenedor; nos invitó a quedarnos todavía algunas semanas. Eso, no lo creemos; no es que dudemos de la sinceridad del Colector pero sí de su sentido de las realidades. ¿No nos había dicho que conseguir las placas dominicanas del coche sería cuestión de media hora, cuando, en realidad, fue la demencia que fue? Mañana ya, empezaremos a trabajar la naviera.
Y ¿qué pasa con Surinam? Fuimos a dos agencias de viaje a averiguar si los vuelos funcionan o están suspendidos. Una, dice que sí, otra, que no. Mañana, llamaremos al consulado de Surinam en Caracas, a ver qué pasó con nuestras visas, y que pasa con el aeropuerto en Paramaribo.
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Pasó una semana desde la última anotación. Mañana, jueves, pondremos la guagua en el contenedor, con destino a Miami - o esperamos, con cautela, que lo haremos.
Tiempo para poner las anotaciones al día.
Llamamos al consulado de Surinam en Caracas. Se nos informó que, en cuanto a nuestro segundo pedido de visa, no había habido contestación, lo que nosotros traducimos en que un funcionario surinamés no había tenido la elemental cortesía o eficiencia, en dos meses, de contestar, aunque sea para decir no; y se nos informó que, en cuanto a la situación del aeropuerto, no sabían pero que podía ser que esté clausurado porque justamente había habido otra revuelta en el gobierno. Quizás poco importe porque ya así vamos conociendo algo de Surinam.
Fuimos a la naviera; cada día, religiosamente; logramos lo que no pudimos conseguir en Venezuela, que preparasen los documentos con dos días de antelación, y ya los tenemos revisados y aprobados; ni un solo error.