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vicio que su abuso llegó a ser, sino de la fascinante historia que lo llevó por una triple expansión, sociológicamente, de una clase muy limitada a toda la humanidad sin discriminación; geográficamente, de un continente a los más remotos rincones del planeta; y funcionalmente, de un uso específico muy limitado a un vicio desenfrenado; y todo ello, por el embudo de esta isla Española, por las manos de sus invasores.

En el estado original de las cosas, el tabaco se conocía solamente en la América precolonense; se consideraba - así como algunas otras plantas - una planta mágica; por lo tanto, su uso era limitado a propósitos rituales o mágicos, exclusivamente en manos de la clase social de shamanes y curanderos, a veces de otros jerarcas, del continente.

Entre las varias maneras de usar su magia, para entrar en trance favorable a visiones, sueños proféticos, conversaciones con los espíritus, una manera era fumar sus hojas enrolladas; otra manera, a veces, beber su zumo; y, para propósitos medicinales, otras maneras eran en forma de unturas, tisanas, vendas, humo - no aspirado sino soplado. Ciertas de estas prácticas se han mantenido en el vodú.

Con el tiempo, empero, la versión fumada entre los poquísimos se desvirtuó, como fatalmente debía de ocurrir, en algo menos espiritual y mágico; en vicio entre los muchos.

El primer contacto europeo fue a través del propio Colón, cuando los nativos se lo regalaban por dónde iba. La versión fumada viciada se propagó rápidamente de los indígenas taínos de la Española a los Españoles y a sus esclavos negros, y de ellos, a Europa y Africa.

En Europa, la novedad, en un primer tiempo, fue rechazada por la mejor sociedad - no por considerarla vicio sino por considerarla brujería; incluso, el cultivo mismo de tabaco en las Antillas, primero, fue prohibido por cédulas reales. Y cuando, finalmente, ya en el curso del primer siglo de contacto de Europa con América, el tabaco se impuso en Europa, fue por las solapadas etapas de ser, primero, una planta ornamental, luego, una planta medicinal, y finalmente, un vicio de elegancia señorial.

Tan apreciado se había vuelto el vicio en Europa con el correr de aquel siglo XVI, que, cuando Drake se apoderó de Santo Domingo, en 1586, se llevó, como parte del botín, gran cantidad del yuyo.

Así, mientras los Europeos introducían entre los nativos el vicio del alcoholismo, los nativos infiltraban entre los Europeos el vicio del tabaquismo.

♦♦♦  En la fábrica, vimos cómo se manufactura hoy en día los sofisticados, viciosos, descendientes de aquellas hojas de tabaco mágico enrolladas de los precolonenses.