Como estamos viajando hacia el oeste-suroeste, tenemos una buena oportunidad de observar nuestra estrella acercándose al horizonte; pero todavía no lo alcanzó, y son ya las cinco y media de la tarde; hay luz todavía para rato; se ve que estamos más al sur y más al oeste; qué contraste con Terra Nova.
Todo cuanto parece bastante innocuo, hasta favorable; pero encierra un peligro: llegar a Detroit al anochecer, o peor - lo que sería altamente inapropiado, entre otras razones, por razón de seguridad. Mejor, pernoctar ya por aquí. Y más bien, aprovechar las varias horas todavía por delante para ir a un motel y explotar estas horas para un máximo de cosas que no se puede hacer en el vehículo.
Dicho, hecho. En el pueblo de Tilbury, en un motel.
Mañana, estaremos, si Dios quiere, otra vez en Vespuccia.
Y no podemos dejar Canadá - si bien volveremos más tarde por su extremo occidental - sin desahogarnos ya de una particularidad que no entendemos y probablemente nunca entenderemos. Se trata de la nomenclatura de las zonas postales. Parece que esta nomenclatura canadiense fue ideada muy especialmente para que nadie se pudiera acordar de una zona postal. Cada código postal consta de tres letras y tres cifras alternadas. Por ejemplo L8N 3D1, o P4N 7K1. ¿Quién jamás se podrá acordar de semejantes abstracciones? ¿Y qué profunda convicción guió a quien semejante sistema inventó?
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Estamos otra vez en Vespuccia.
Antes de la frontera, la ciudad de Windsor no necesita comentario: es una ciudad neutra. Entre Windsor y Detroit, pasamos por debajo de la Víalmar/ Seaway entre los lagos Saint-Clair y Erie - porque sí, a más de los cinco grandes lagos conocidos por todos, hay un pequeño lago, el lago Saint-Clair, entre el lago Erie y el lago Huron.
En cuanto a la ciudad de Fort Pontchartrain du Détroit - Fuerte Pontchartrain de la Angostura - o así era que llamaban su sitio los Franceses, su único derecho a fama le venía de su industria automotriz. Como ciudad, la recorrimos en varias direcciones y podemos decir que es una ciudad bastante miserable.
Vimos un barrio de gran lujo, con mansiones señoriales anidadas en parques de toda una manzana, pero también vimos, casi sin transición, lado a lado, barrios decaídos, pobres; en realidad, peor que pobres porque tienen síntomas de desajuste social o emocional, por las casas destrozadas por vandalismo. A más de ello, vimos una cantidad poco común de bares de todo tipo.