Tenemos tiempo para urdir una estrategia: uno correrá a la ventanilla de los sellos, el otro correrá a la ventanilla del formulario.
Sí, pero ... nos habíamos olvidado de que, para cada venta de sello, aun por un valor miserable, el augusto empleado tiene que llenar un recibo en quintuplicado o sextuplicado, de lo cual entrega dos copias al comprador - a nosotros - de preciosos colores surtidos, una, amarilla, una, azul - guardamos las nuestras para cuando la gente no nos crea. ¡Increíble... Esas cinco o seis copias, y el trabajo de llenarlas - cinco carbónicos pa'dentro, cinco carbónicos pa'fuera, etc..., incluyendo la anotación de cada numerito de cada sello - uno por uno - deben de costar más que el valor del sello!
No importa, sin embargo, el tiempo perdido en una ventanilla con esta locura de los sellos porque, mientras tanto, en la ventanilla de los formularios, peor aun, mucha gente - uno de nosotros, el primero - pero ningún empleado.
8:10, nadie; y la gente se queda calladita, fatalista, ovinos esperando no saben qué. Sin embargo, ese empleado moroso cobra su sueldo del gobierno, el gobierno le paga el sueldo con el dinero de los impuestos cobrados a los contribuyentes, por lo tanto, el empleado, en última instancia, es empleado no del gobierno sino de los contribuyentes aquí en la fila - y todos, calladitos. Nosotros, no. Apenas se libera Božka de sus sellos, pide hablar con el jefe de la oficina y reclama. Aparece el empleado.
8:20, corriendo al puerto.
En la aduana; contactamos el jefe del servicio de verificación según convenido ayer. Nos manda a una oficina de inspectores. El encargado de la oficina nos asigna un empleado, le da uno de las docenas de papeles del expediente, y ahí vamos. El empleado nos comenta que no es trabajo de él pero que nos va a "ayudar". ¡Cómo que "ayudar"! Nosotros no pedimos ayuda, es una obligación de la autoridad seguir con su marasmo; además, por qué nos dan un empleado de quien no es el trabajo específico; por qué no nos dan un empleado de quien es el trabajo específico.
Mientras tanto, caminando; y ca-mi-nan-do. ¿A dónde? A tratar de ubicar el contenedor. Nadie sabe dónde está; nadie sabe dónde está ningún contenedor. Ya va como un kilómetro. Nos para un agente de seguridad: no se puede hacer nada en la zona de contenedores sin agentes de seguridad. Hay que desandar todo lo andado, en procura de un agente de seguridad, bajo el Sol que empieza a apretar. ¿Cómo es que no lo sabía el empleado?
Mientras caminamos, se nos pega un peón de puerto - no sabemos cómo supo que necesitamos ayuda, ya que estamos con un empleado de la aduana - y nos ofrece guiarnos por la maraña de trámites; dice que sabe todo cuanto hay que hacer. Será 60 dólares. No, está loco. 30 dólares, pues. Es evidente que el empleado >>>>>>>>