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(Anotamos el siguiente comentario a propósito fuera de contexto para proteger al inocente.) Dijo uno de los varios altos oficiales que comentaban el caso: "Colón vino aquí por equivocación; si hubiese sabido que venía a la República Dominicana se hubiese ido a otra parte".

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Miércoles. Durante la noche, se cristalizó más nuestra duda. Decidimos no regresar a la Dirección General de Aduanas sino, primero, volver a ver al Subsecretario de Turismo. A éste tampoco le gusta el cariz de las cosas. Llama al Subsecretario de la Presidencia. Resultado: viene personalmente con nosotros a hablar con el Colector. Resultado: va personalmente con nosotros al despacho del Director General de Aduanas. Resultado: de inmediato se instruye a la sección jurídica que prepare un escrito; acto seguido lo firmará el Director General de Aduanas. El Subsecretario de Turismo, su propósito logrado, se va; quedamos esperando, ya con un principio de alivio. En tiempo mínimo, documento listo y firmado y, para evitar demoras de mandarlo por el conducto habitual del mensajero diario, lo recibimos nosotros para entregarlo al Colector.

Corrida por media ciudad. Colector da curso de inmediato. Mientras, nosotros corremos al sitio número 4, Rentas Internas, a comprar dos formularios y un sello fiscal; un formulario impresionante de 40 centímetros por 40 centímetros, en sextuplicado, y un formulario más común, en quintuplicado.

Ya todo se está precipitando. Por una parte, se procesa el expediente; por otra parte, se llena los formularios. Claro que surgen dificultades: no hay factura consular; el conocimiento de embarque no está legalizado; el sello fiscal que compramos, si bien de importe correcto, tiene la falla insalvable de ser verde cuando tendría que ser rojo, sí rojo; pero el buen Señor Colector encuentra solución a todo.

Mientras esperamos, no podemos no ver y no escuchar cosas.

Vemos una mujer llorar, no figurativamente sino llorar lágrimas desesperadas,
>por las contradicciones, dificultades, imposibilidades e>injusticia en su >trámite.
Escuchamos un empleado de la aduana diciendo a un parroquiano "pero no se fíe >en lo que dicen los consulados, no saben lo que hacen, no saben lo que dicen, >son un peligro". (Si lo sabremos nosotros. En Nueva York, habíamos ido al >consulado dominicano. -¿Qué hace falta para ingresar a la República >Dominicana con coche para turismo temporal? -Los documentos de circulación >habituales del coche, nada más. En Caracas, para confirmación, fuimos al >consulado dominicano, con pregunta, y contestación, ídem. ¡Y ahora esta >catástrofe!)