cual miraba, y nos dimos cuenta de que lo que miraba tan intensamente era un grupo de plantas tropicales, su ambiente natural, inalcanzable; una añoranza y una imposibilidad bien tristes. Nos preguntamos cuántos desequilibrios psicológicos y emocionales ocurren en estas criaturas encarceladas, separadas de su ambiente natural.
Ahá, hemos llegado a Kitchener; hemos encontrado a la anciana señora - no hablamos directamente con ella sino con alguien en su casa; y, por intermedio de esta persona, la señora nos acordó una cita para mañana a las 11, y parece que nos va a mostrar la calavera. ¿Estamos seguros de que realmente lo escuchamos bien?
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Bueno. Después de haber pasado dos horas en compañía de la hermosa calavera de cuarzo y de su sumamente amable dueña, de haber visto, tocado, fotografiado la calavera, y hablado con la dueña, hemos salido de Kitchener, en camino a la zona de Brantford.
Mirando la calavera La calavera de más cerca
La verdad es que si estábamos intrigados antes, lo estamos no menos ahora. Esperábamos que el contacto directo con el objeto y con su dueña nos daría una nueva manera de pensar o de sentir; sin embargo, no es así; probablemente porque no aprendimos nada básicamente nuevo.
ð Aprendimos que, cuando ella descubrió la calavera, su padre la devolvió a los Mayas locales, quienes la consideraron como objeto religioso, y que fue luego que los Mayas, a su vez, la regalaron a su padre.
ð Aprendimos que los Mayas de 1927, cuando ella estaba entre ellos, llevaban, y nos preguntamos si todavía hoy llevan, pequeñas cabezas de cuarzo, colgadas del cuello y descansando en la boca de la garganta.
ð Aprendimos que - según lo que les dijeron los Mayas a su padre y a ella al ver esta calavera - tales calaveras se utilizaban para transmitir, en una ceremonia, la sabiduría de un brujo viejo a su joven discípulo y sucesor; que tales calaveras llevaban varias generaciones, más exactamente cinco generaciones, para crearlas, siendo el trabajo pasado siempre de padre a hijo en una familia de sacerdotes.
ð También aprendió la descubridora, entonces, y aprendimos nosotros de ella, que el pulido de las calaveras se efectuaba con una mezcla de arena fina y plantas aromáticas con significados religiosos; que, en manos de un brujo, las calaveras también servían para hacer magia blanca y negra, pero mayormente blanca.
Y aprendimos que aun hoy, ella, la dueña, utiliza su calavera para fines curativos, parece que con éxito.