perfecto como posible, y pensábamos que todos los demás hacían lo mismo en sus mundos particulares.
Mientras estamos hablando, paf, un idiota que se toma muy en serio terminó su cafecito y tiró el vaso al suelo. ¡Cochino!
Nos tocó seguir durante un rato un ómnibus interurbano. Era como seguir un camión de basura mal cerrado, con papeles, vasos, cualquier clase de basura, volando sin interrupción por una ventanilla u otra.
Por lo menos, sabemos ahora que, de Barquisimeto a la orilla levante del así-llamado lago de Maracaibo, la topografía sigue serrana y serrana.
A la salida de Barquisimeto, nos sorprendió la extrema aridez del ambiente; un semi-desierto con sólo cactos y arbustos espinosos; pero pronto, otra vez apareció una vegetación más verdeante, incluso con cultivos de caña de azúcar. También vimos nutridas cantidades de camiones cargados de plátanos.
También, otra costumbre - de esas costumbres locales que surgen de vez en cuando - se estuvo evidenciando: es la costumbre de muñecos antropomorfos, tamaño natural, construidos bien gorditos con algún relleno y colocados, sentados, frente a las casas, en posiciones que serían las posiciones habituales de los propios moradores si fuesen ellos, sentados ahí. Bastante variedad, en estos muñecos. El empeño por darles un aspecto verídico llegó al punto, en un caso, que el muñeco movía uno de sus brazos en saludo a los transeúntes, claro que controlado por una soga manipulada por alguien desde un escondite.
Finalmente para hoy, ya nos está cansando la paciencia el eufemismo de "así-llamado lago" de Maracaibo, que nos vemos obligados a utilizar porque nadie en función apropiada se fijó en el mapa, nadie vio, que algo que tiene una comunicación de 9/10 kilómetros de ancho con el mar no puede ser un lago; que, así como la mal-llamada península de Paria es, en realidad un promontorio, así este mal-llamado lago es, en realidad, un golfo; un golfo que, por ser comparativamente grande en área por los 9/10 kilómetros de su comunicación con el mar, o sea como embolsado, podría considerarse, en espíritu conciliatorio, un casi-golfo, o sea un pengolfo. Si existen pen-ínsulas, ¿por qué no podrían existir pen-otras cosas.
De manera que se nos terminó la necesidad de elegir entre el desatino de lago y el pesado, estirado, eufemismo de así-llamado lago y podemos desahogarnos con pengolfo - o penegolfo para más fácil elocución, penegolfo de Maracaibo.
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