auténtico topónimo extranjero, basado en una raíz autóctona checa, en vez de Bohemia, equivocadamente basado en antecedentes históricos que nada tienen en común con la etnia checa; también sintonizamos frecuentemente programas desde Vespuccia hacia el continente africano; también nos enteramos de que, en Surinam, el gobierno teme que, en la vecina colonia francesa de Guyane, se estén preparando los ex-amos coloniales holandeses para invadir el país. La cosa no parece muy promisoria para nosotros.
En las ondas largas locales, es, lamentablemente, el desierto de siempre, agravado por el factor local de la gran presencia de cierta música caribeña.
Nos tomamos el penoso trabajo, ciertamente no por placer sino por puro deber, de escuchar dicho tipo de música bastante tiempo. Es increíble que música con un contrapunto rítmico bastante complejo logre ser tan atrozmente vacía; y las palabras son otra vaciedad. También es notable que, con tantas vaciedades, se logre mantener cada composición, si así se las puede llamar, en un punto de clímax, de primera a última nota, amorteciendo, embruteciendo, morbosamente la sensibilidad de los oyentes, incapacitándolos para recepciones más finas, por más que ellos no se den cuenta. Una musiquita, a su manera, tan destructiva como los golpes y los latigazos electrónicos de los Vespuccianos.
Y pensar que se repite dogmáticamente que esta vulgaridad tiene sus raíces en música traída de Africa. Tal vez sea cierto que tiene raíces en música traída de Africa, pero nosotros tuvimos el privilegio, algunas veces, de escuchar música africana verdadera, original, inmaculada; y citar sus vibraciones profundamente humanas como raíces, por más lejanas que sean, de esta depravación es ofenderla. Que se nos dé música africana auténtica o, en otra esfera, música caribeña vista por Louis Moreau Gottschalk.
Otra agravante en las ondas hertzianas locales - ésta, debida a la época del año, y que, si ello puede ser un consuelo, también escuchamos en otros países en la misma época del año - es la asqueante inundación de la Navidad profana a manos de los mercaderes del lucro y de los profetas de la hipocresía.
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Esta mañana, a poco de arrancar, vimos algo que ilumina tal vez el comportamiento chanchudo de los Venezolanos: un cartel rezando "No botar basura en este sitio", lo que, evidentemente, lleva subentendido que, en otro sitio, es perfectamente decoroso, civilizado y legal botar basura.
Estamos a unos 130 kilómetros de Caracas. La aproximación a la capital venezolana resulta un agradable paseo gracias a una astuta maniobra nuestra: >>>>>>>>