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Mientras tanto, se nos ocurrió la lógica curiosidad de si hay siquiera, en Barrancas, una oficina de migraciones y aduana.

No, no la hay. Entonces, ¿de qué sirve una chalana? Hay migraciones y aduana en otro pueblo, Tucupita, también sobre el Orinoco, pero a unos 65 kilómetros de aquí. Vamos, y quizás también se pueda conseguir una chalana desde allá - siempre que la podamos pagar.

En Tucupita. Sí, hay migraciones y aduana, pero no, no hay chalana, ni siquiera hay un muelle como en Barrancas; nos preguntamos por qué hay migraciones donde no hay muelle, y hay muelle donde no hay migraciones; de todos modos, hoy, siendo sábado, todo está cerrado.

Así que habría que hacer los trámites de salida aquí, estar oficialmente fuera del país, pero seguir viajando por el país 65 kilómetros a Barrancas para embarcar allí de verdad. Una situación muy escabrosa y que no se puede fiar en un país tan militarizado por ignorantes, donde cualquiera con uniforme y con metralleta puede hacer lo que se le da la gana, incluso revisar todo el contenido de un vehículo de cabeza a rabo, como justamente nos lo quisieron hacer en una alcabala cuando veníamos para Tucupita, veleidad que no se materializó por una oportuna desviación de la conversación.

Y nosotros, ¿ahora, qué? Vamos a quedar por aquí hasta mañana, a ver qué ideas se nos ocurren, y haciendo tareas varias.

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Hoy, por cuanto la noche fue sumamente tranquila cerca de un cuartel, por cuanto quisimos disfrutar del descanso más de lo habitual, o sea hasta las 7 en vez de las 5 de la mañana, por cuanto es domingo, y por cuanto nos encontramos una calle muy tranquila y muy sombreada por palmeras, por bananos y otros árboles, nos vamos a quedar aquí, esperando mañana, lunes.

Tiempo para un par de anotaciones para las cuales no hubo tiempo en el remolino de días pasados.

Tanto en Barrancas como aquí, en Tucupita, vimos paraborígenes como nunca vimos en el Brasil, en una mezcla, por una parte, de lo nuevo, como ser cuerpo tapado a la moderna, vida urbana o por lo menos dentro de una ciudad, apatía, miseria, y, por otra parte, de algo de lo antiguo, como ser vida comunal de muchas familias bajo un mismo amplio techo, con una maraña de hamacas tendidas de parante a parante.

Estos paraborígenes deltaicos son la etnia autóctona más numerosa de las aproximadamente veinte que quedan en Venezuela.  Un guarismo no exactamente al >>>>>>>>