el cuerpo, y no sabemos cuáles van a empezar a comernos, cuándo; y nada parece ayudar. Hay que aguantarlas estoicamente, tratando de no tocarlas para no hacer la cosa peor. Todo eso, después del tal infierno entomológico del Brasil.
~~ En Venezuela, reapareció, como un fantasma, algo que habíamos olvidado durante tanto tiempo, desde Panamá, donde lo habíamos visto por última vez, algo que no vimos en los países donde reina la chispa, la estrategia, la rapidez mental y física, el fulgor, de un deporte que no necesita de uniformes fantasiosos para aminorar su tedio, el balompié. Reapareció la patológica lentitud mental y física del béisbol. Lo vimos, aquí, entre muchachos de un pueblo, y lo vimos en el esplendor de la pantalla de la televisión. No es un deporte, es un ritual. Con mucha razón es que los comerciantes aman los partidos de béisbol y sus infinitas y eternas vaciedades que tanto se prestan a sus publicidades, mientras que el permanente dinamismo del balompié no permite perder un segundo del partido y, por lo tanto, no se presta a tales propósitos de rapaz lavado de cerebros.
Mirando y escuchando un partido de béisbol por televisión, se hace obvio que los verdaderos héroes de un tal partido son los locutores. Es un arte y una hazaña hablar y hablar, de chismes, rumores, pequeñeces, estrictamente sin relación con lo que pasa en la cancha, porque nada pasa, y hablar y hablar para llenar la vaciedad sin fin. No es por nada que cuando, por fin, ocurre unos segundos de algo, vuelven a mostrarlo, una y otra vez, desde todos los ángulos imaginables para llenar, llenar, llenar más vacío. Los dos mejores intereses del béisbol son admirar el abnegado arte de los locutores y medir los minutos de inactividad y los segundos de actividad, ritualizadas como un ballet.
¿Podría realmente explicarse la fascinación que el béisbol ejerce sobre sus espectadores, con que es el juego de los malogros, de los fiascos, crónicos, endémicos, repetidos, como bajo una maldición; con que cada partido es una sesión de catarsis aliviando los fracasados de la vida, algo así, en su subconsciente:
"Cuántas veces esos jugadores fallan, desaciertan, nada logran. Son todavía más ineptos en su juego - y son profesionales - que yo en mi vida. Cuánto tiempo esos jugadores despilfarran en movimientos vacíos, en preparativos sin resultados, hasta que, por fin, hacen algo, que más veces que no, no resulta. Peor que yo en mi vida. Yo me siento cada vez más eficiente, capaz, importante, en comparación"
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Maturín, despertar en el parador
Esta mañana, recorrimos las ondas cortas en busca de informaciones relacionadas con Surinam. Las conseguimos desde Francia: Surinam sigue en enfrentamiento entre la guerrilla y el gobierno, ninguno de los dos siendo lo >>>>>>>>