rompemuelles, y ahora con una traición adicional: están camuflados en el mismo material que la calzada, no están señalizados, ni por bandas blancas sobre sí, ni por un cartel de advertencia: una trompada solapada a apacibles transeúntes.
Los resultados de esta "educación" están a la vista. En los pueblos con las lomadas, cada vehículo para en cada lomada a 0 kilómetro, porque se trata de su integridad física, y luego, penosamente, con profundo sufrimiento, se somete a la terrible sacudida; mientras que, en los pueblos sin lomadas, los mismos vehículos, tan abyectamente sumisos ante las lomadas, siguen corriendo, en el pueblo, alegremente a la misma velocidad de carretera abierta.
Incidentalmente, seguimos preguntándonos por qué a nadie jamás se le ocurre cruzar los rompemuelles oblicuamente como hacemos nosotros, lo que reduce el martirio y la infamia en un 60/oo.
A unos 50 kilómetros antes de Cumaná, otra vez, ambiente agradablemente pintoresco, con muchas sinuosidades, a lo largo del golfo de Cariaco.
Por otra parte, se nos va haciendo obvio que aquella advertencia de delincuencia endémica, en inglés, en Santa Elena, era un auténtico reflejo, sin dramatizaciones, de una realidad que parece bastante dramática como es. Nunca hemos visto tantas rejas pesadas encerrando tantas puertas, ventanas, patios, aun en viviendas muy humildes. En Güiria, vimos teléfonos públicos detrás de rejas dignas de una cárcel, y había que utilizarlos pasando las manos a través de la reja.
Cumaná. Siguiendo con las medidas anti-delincuencia, dichas pesadas rejas aparecen no solamente en plantas bajas sino, sorprendentemente, hasta en pisos como el tercero, o cuarto o quinto. ¡Increíble!
Por lo demás, Cumaná, más que ciudad, parece, en partes, un gran villorrio de tierras bajas desprolijas, en partes, una promesa de algo mejor. Ciertamente, Cumaná hace poco honor a su condición de primera ciudad - europea se entiende - fundada en América continental; en 1515, creemos, entre las varias fechas que llegaron a nuestras manos.
En el supermercado, Božka se sintió rejuvenecida de varias semanas: huevos, no; yogurt, no; pero, por otra parte, nos estamos deleitando con los tomates y las lechugas venezolanas, mientras que, en el Brasil, tomates eran substancias inertes, y lechugas, pasto duro.
Fuimos a ver al hombre, agente de viajes, al cual nos recomendó el espeólogo de la Cueva de los Guácharos, para indagar las posibilidades de conexiones con Guyana y Surinam. Va a estudiar; mañana, nos contestará. Nos alojaremos en el hotel donde él tiene su oficina; un hotel de turismo, en su parque propio, al >>>>>>>>