MN Se escucha hablar del puerto fluctuante de Manaos, lo que despierta fácilmente imágenes de grandiosidad. Fuimos a ver. Sería mucho más realístico hablar de dos muelles fluctuantes, o sea que se adaptan a las subidas y bajadas anuales del nivel del río Negro - un desnivel impresionante, según pudimos ver por las marcas del agua, de entre 18 y 29 metros, según los años.
El famoso puerto fluctuante de Manaos
Cuando nos derretimos en nuestro sudor cotidiano, no podemos no compatir con aquellos artistas europeos del Teatro Amazonas. ¿Es posible imaginarse alguien bailando en este bañomaría? ¿Sabían aquellos artistas, cuando subían el Amazonas, que era una solemne marcha hacia su purgatorio? Y es fácil imaginarse la alta sociedad de Manaos elegantemente ataviada según la última moda de la templada Europa, en este clima que no perdona - ¿o adaptaban la moda templada al clima caluroso?
Leer los folletos turísticos es como para despertar a la realidad de hoy los soñadores del famoso infierno verde amazónico; y es bastante ilustrativo de lo que nosotros estuvimos viendo: ahora, esos folletos, en vez de ofrecer una gran aventura en una naturaleza recia al infinito, ofrecen un paseo en una "naturaleza amazónica protegida y preservada para Usted".
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Hoy, víspera del viaje a Buenos Aires, antes de ir a pagar el boleto, fuimos, una última y desesperada vez, al consulado venezolano. Cuatro valiosísimas horas perdimos, entre una cosa y otra. Pero nada.
Además - no podemos, de ninguna manera, creer lo que escuchamos en el consulado - los Alemanes tampoco podrán recibir una visa; y ellos piensan que, con sólo una tarjeta de turismo, pueden entrar. Sí, si fuera por avión; por tierra, no. No lo podemos creer pero así nos lo dijo varias veces el cónsul general. De ser realmente cierto, tendrían la elección entre volar a Alemania para conseguir sus visas, o subir por el Amazonas a Iquitos en el Perú, o bajar a Belém y la libertad del océano. No puede ser, debe de habérnoslo dicho sólo por compasión, más probablemente, por diplomacia.
De todos modos, mañana, a viajar. Karel va, Božka se quedará en el aeropuerto. Ni queremos pensar que, por alguna razón, nos negarían la nueva visa en Buenos Aires; pero, con los Venezolanos, parece que cualquier cosa es posible.
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