Y no hay contacto directo entre el largo frente del estacionamiento y el largo frente del edificio, separados que están por una laguna artificial con islas llenas de muy vistosas flores e incluso con una isla para el yacaré y las tortugas que moran en sus aguas.
De dónde sea del estacionamiento, hay que correr primero a una de las dos extremidades de esa pintoresca y estúpida valla, y luego bordearla, en una extremidad, por una senda peatonal, o en la otra extremidad, por una rampa subterránea - sin saber a dónde lleva cada posibilidad; si, por lo menos, hubiese indicadores.
Pero nosotros realmente no nos podemos quejar porque el estacionamiento es un verdadero parque con espacios para coches; parque con céspedes y con árboles, quiere decir con sombra. Y como está abierto día y noche y se cobra día y noche, parece un lugar bastante seguro. Así que nos vamos a quedar todo este día y noche.
Llamamos a Boa Vista, al último consulado venezolano antes de la frontera, nuestra última chispita de esperanza. No, no. Hay que ir a Buenos Aires. Pues, así sea.
Por otra parte, como si esta Expedición, en esta coyuntura, no fuese bastante complicada, se produjo una revolución en Surinam, una de nuestras muy próximas metas.
Finalmente, nos dedicamos a tareas varias, logrando, al mismo tiempo, aunque parezca mentira, descansar en el agradable parquizado de este estacionamiento.
Debe de haber sido un psicópata estético quien ideó este aeropuerto, a no ser, más probablemente, que lo ideó un gran arquitecto, y lo vino a arruinar un pequeño cretino.
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Pasado mañana, Karel volará a Buenos Aires. Mejor poner las notas desde anteayer, al día.
Primero, y primordial, fue asegurar el viaje a Buenos Aires. Otra copa bien llena de incredulidad y enojo. Todo un día nos llevó, de agencia de viaje en agencia de viaje, para convencernos de que realmente hace falta todo un día en aviones y aeropuertos para llegar de Manaos a Buenos Aires. Otro asco agregado al asco venezolano.
Ya ni mencionamos el infernal bombardeo acústico de la campaña electoral. Pero está. En Vilhena, en Porto Velho, aquí en Manaos, en todas partes. Es realmente violencia física. Cada vehículo armado de sus cohetes acústicos tratando de superar y ahogar a sus contrincantes. No es de extrañar que esta >>>>>>>>