En los árboles a un costado de los muchos surtidores, vive, y hace sus monadas, una familia de monos sueltos, padres e hijos; y mientras mirábamos éstos, un parroquiano vino a avisarnos que unos araras nos estaban comiendo la válvula de un neumático. La válvula, felizmente, no la habían logrado cortar todavía pero la tapita ya estaba arruinada. La tenemos de recuerdo.
Los pájaros comedores de válvulas Mirando desde una rama del árbol
Acabamos de sufrir el cruce del villorrio de Ji-Paraná. Este villorrio, más perdido y miserable que Pimenta Bueno, alcanzó la locura de 34 quebramolas cortando la carretera troncal interestatal que ni siquiera tiene contacto directo con sus calles. Si se juzga el grado de civilización del Brasil por el criterio de la presencia o ausencia de quebramolas, Brasil es uno de los países más subdesarrollados, quizás el más subdesarrollado, que vimos. Lamentamos decirlo, siendo los Brasileños tan simpáticos.
Pero de muy poca importancia se tornan la estupidez y el subdesarrollo de los quebramolas cuando justamente estamos viajando entre dos focos de violencia, uno, en la lejanía a la derecha, otro, en la lejanía a la izquierda, donde hay tribus de paraborígenes luchando por su libertad y la preservación de su cultura contra la corrosión blanca, en una confrontación que sería interesante saber si ellos saben que es sin esperanza, repitiendo todavía, aun hacia fines de este siglo XX, la historia escrita por tantos de sus congéneres en los cuatro siglos pasados.
A nuestra derecha, los Zoroes, ya mencionados. A nuestra izquierda, los Uru-Eu-Uau-Uau y los Uru-Pa-In, sujetos, desde 1978, a la persecución por los que aun hoy, cinco siglos más tarde, siguen siendo invasores. Ambas zonas, vedadas - interditadas según el mapa de la Funai.
Alcanzamos Jaru. Ahora, a pegar el salto de 100 kilómetros hasta Ariquemes y alejarnos de la zona malarial de mayor peligro.
Lo anterior fue dicho con bastante despreocupación porque ¿por qué habría que preocuparse con mosquitos, en plenos sol y calor, dentro de un vehículo circulando a 90 kilómetros por hora? Pero que, ahora, alguien nos explique cómo puede haber entrado un mosquito, en plenos sol y calor, en nuestro vehículo circulando a 90 kilómetros por hora. Es lo que acaba de pasar ¿o quizás fue la coincidencia de un mosquito que viajaba de polizón?
La cuestión es que aquí, entre Jaru y Ariquemes, en la peor zona malarial del Brasil, un mosquito picó a Karel con toda zaña, como para asegurarse de que Karel se iba a dar cuenta. Quién hubiese pensado que, viajando a 90 kilómetros por hora, con calor y sol, hubiese sido mejor bajar las mangas y ponerse repelente, el de Canadá? Ahora, tenemos de 8 a 30 días para rumiar el asunto y descubrir si el mosquito era malarial y si las tabletas que empezamos a tomar demasiado tarde ya surtirán efecto en el momento oportuno. Nos hace pensar en la perra de Chile.
Cruzamos Ariquemes, y nos estamos alejando.