Nunca, cuando arrancamos a la mañana, sabemos hasta dónde vamos a llegar. Pero, esta mañana, sabemos que no queremos llegar más allá de 350 kilómetros de acá porque, en el posto antimalarial, también se nos advirtió que, así como Rondônia es la capital de las malarias, esta capital tiene su foco de las malarias, entre el pueblo de Jaru, a 420 kilómetros de acá, y el pueblo de Ariquemes, otros 100 kilómetros más allá. De manera que querremos pasar la próxima noche, antes de llegar a la zona de máximo peligro, y cruzar ésta, mañana, durante el día.
Bueno - extraña fórmula para lo que está ocurriendo - la pura nueva verdad es que no tendremos ninguna dificultad en no llegar a la zona temida porque ni sabemos si podremos salir de Vilhena hoy.
Nos estábamos alejando ya del pueblo, después de haber sufrido la ignominia de cruzar los 17, sí 17, rompemuelles que traban la carretera troncal cuando bordea el pueblo, cuando nos dimos cuenta de que el coche, al dejarlo correr sin guía, desviaba bastanta hacia un costado. ¿Tal vez un neumático delantero desinflado? No. ¿Tal vez algo que frenaba una rueda delantera y no la otra? Sí. Una de las puntas de eje está recalentada, la otra está normal. Estamos dejando enfriar las cosas; luego, veremos. ¿Será algo con el freno? ¡Ojalá no sea algo con el rodamiento!
Una hora y media más tarde - que es tanto tiempo que llevó el enfriamiento. Dimos unas vueltas exploratorias, incluyendo, a la inversa, el camino que estábamos recorriendo anteriormente - por las dudas, de vuelta hacia Vilhena - o sea, muy lamentablemente, incluyendo todos los rompemuelles - no se entiende tan drástica medida vial, en ningún país civilizado, y menos en una carretera interestatal que ni siquiera tiene contacto directo con el tráfico del pueblo. La punta de eje parece totalmente normal. El coche no desvía, la punta de eje no calienta. Por la duda, como tenemos, entre este pueblo, de cuarta categoría, y la próxima ciudad, de tercera categoría según creemos, 700 kilómetros sin recursos, vamos a ir a un taller a ver qué podía haber sido.
En el taller, nada se encontró; pues adelante.
En los primeros kilómetros después de Vilhena, nos pareció que íbamos, por fin, a penetrar en la famosa inmensa selva amazónica. Hubo unos pocos kilómetros de denso bosque apretando hasta la misma carretera - y decimos bosque, no decimos selva, porque, si bien estaba la vegetación muy apretada, no había realmente las características que hacen que un bosque sea una selva; no había árboles altísimos perforando el techo de los árboles menores; no había trepaderas o, mejor dicho, colgaderas; era un bosque muy tupido, sin más.
Pero, ahora, ni eso. Otra vez alternan extensiones en varios estados de desmembramiento de la cobertura boscosa original.
Por las grandes vistas que ofrece la topografía, se ve, quizás con más frecuencia que jamás antes, muy grandes extensiones todavía totalmente >>>>>>>>