Siempre alambrados; pastajes naturales salpicados de bañados; fazendas.
Ah, pero recién hubo, por fin, algo para despertar nuestra atención: una cartera de lujo tirada en un bañado. Naturalmente, no podía ser una cartera. Aproximándonos a pie para observar mejor, la cartera desapareció suavemente debajo del agua, sin un rizo en la superficie, y, al rato, reapareció en el tamaño de un maletín. El lomo de nuestro primer yacaré.
Encontramos un trotamundo en bicicleta regresando del Pantanal, un Polaco, viniendo de la Argentina y dirigiéndose hacia Manaos. Hay que imaginarse lo que es, pedalear y pedalear en este tipo de camino con este calor.
Realmente se merece admiración y respeto.
Investigamos sus impresiones del Pantanal como base para nuestra decisión de seguir o no seguir, porque estamos todavía con las dudas. Nos dijo que sí, es un camino largo, largo y cansador, pero que a él le valió la pena por los animales que vio. Muy bien, sigamos.
Seguimos aguantándonos kilómetros de purgatorio.
Por fin, estamos viendo cositas.
o~o Un sucurí, con su mitad delantera, gris, su mitad trasera, amarilla, que es una serpiente no venenosa; bastante larga, ésta, quizás dos metros.
o~o Unos capibaras, a veces solitarios, más comúnmente de a dos, o en familias con capibaritas.
Aquí, toda la familia
o~o Dos araras azules volando - la primera vez que vimos estos pájaros medio grotescos volando al natural.
o~o Muchos otros tipos de pájaros; los más grandes siendo varias centenares de veces mayores que los más chiquitos; y aun los más grandes, volando con mucha facilidad.
Jaburús y jacarés, a 1 kilómetro de la entrada
o~o Varios otros casos de pedazos de cuero de yacaré aflorando a ras de agua; porque es todo lo que se puede ver de estos bichos sumergidos en las aguas turbias como protección contra el Sol. Un yacaré entero, de hocico a cola, todavía no vimos. Quizás sea todo eso una promesa de que, por fin, llegaremos a ver la gloria del famoso Pantanal. Y ahora, casi al final del camino, cuando ya casi no hay a dónde ir, estuvimos observando durante largo rato, en un remanso, varias docenas, quizás medio centenar, de pedazos de cuero de yacaré flotando en el agua; con quizás sólo cinco o seis yacarés enteros a la vista.
Esta vez, en el agua