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¿Esto, Mato Grosso? En el pueblo de Primavera, evidentemente en toda la pujanza de su nuevo desarrollo, ya no se vende motosierras, sino tractores, arados y otros implementos agriculturales.

En cuanto a tráfico, es prácticamente nulo desde Barra do Garças. La carretera es nuestra. Lamentablemente, en la vecindad de Cuiabá, tendremos que retornar a la carretera troncal.

Hace un ratito, habíamos aminorado la marcha, mirando dónde podríamos pasar la noche, cuando tanto nos sorprendió lo que vimos que la detuvimos por completo. No más asfalto. Tierra, otra vez. Según cálculos de la navegante, nos esperan unos 30 kilómetros de tierra.  Pero que esperen hasta mañana.

Aquí mismo pernoctaremos, en el medio de esta Selva Grande arada hasta el infinito, a medio kilómetro de un pueblo tan reciente que todavía ni figura en nuestros mapas.

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Esta mañana, mientras nos preparamos, tenemos que ir repitiéndonos "Mato Grosso, Mato Grosso", porque nuestros ojos ven "Campos Arados, Campos Arados".

Apenas pisamos el trecho de tierra, nos alegramos ver que es tierra de la que permite un andar más cómodo y ligero que muchos asfaltos.

Apenas nos acostumbramos a tanto lujo, nos alegramos todavía más al ver que fueron poquísimos kilómetros de tierra, seguidos otra vez de asfalto.

Acabamos de empalmar con la carretera troncal que lleva, desde Brasília y desde todo el este, a Cuiabá, y más allá. Si no lo supiéramos, tampoco nos cabría ninguna duda de ello, por la cantidad de camiones con que nos topamos en el empalme.

Una cosa curiosa es que, a lo largo de esta carretera troncal, como por magia, no más campos arados; otra vez, estamos entre liebres y gatos - demasiado ralo para selva, demasiado embosquecido para campo.

Otra cosa curiosa es que tuvimos una larga y pronunciada bajada; no sabíamos que estábamos tan alto para dar lugar a tanta bajada.

Y curioso también es que estamos a menos de 200 metros de altitud, a tanta distancia del mar.

Nos estamos aproximando a Cuiabá.