estado presente de los paraborígenes en la famosa vasta región al norte de aquel pueblo. Y como mañana es domingo, probablemente habrá que esperar y perder todo un día.
No podemos digerir la irresponsabilidad de la gente. Que el aceite cuesta tanto, cuando, en realidad, cuesta otra cosa. Que hay asfalto, cuando, en realidad, no hay puentes. Que hay asfalto, cuando, en realidad, hay tabla de lavar.
Y, para hacer la cosa peor, estuvo lloviendo densamente gran parte del trayecto; y para hacer la cosa aun peor, no hay nada en esta parte del Brasil que sea algo que no sea ni liebre ni gato.
A 20 kilómetros de Barra, y con el anochecer a la vista, se nos ocurrió que sería mejor pasar la noche por aquí, en esta relativa altiplanicie, en vez de bajar al pueblo, a orillas de un río; por la cuestión de los mosquitos.
Aquí nos quedaremos.
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Otra noche en libertad, sin inconvenientes.
Estamos en Barra do Garças - no sin un momento de riesgo y tensión.
Los pocos kilómetros que separaban nuestro dormitorio de aquí no pudieron ser sin unas tantas de aquellas "pasarelas de la incertidumbre"; una de ellas, en un estado confirmando nuestras peores aprensiones, con uno de los troncos de uno de los dos rieles, hundido; vale decir que alguien se quedó ahí, colgando en equilibrio inestable, y vale decir que el ancho restante de aquel riel no era más ancho que el ancho de una rueda. Con todavía menos uso de la razón y más fuerza de fe que ayer, y mucha puntería, pasamos. De haber sido mojada la madera, no nos hubiésemos animado.
De todos los carriles de troncos desbastados que así vencimos, sacamos fotografía no del peor, para efecto, sino del menos aterrador, porque los demás, el fotógrafo de la Expedición no se animó a re-cruzarlos ida y vuelta, a pie, para tomar la fotografía desde el primer lado, con el coche ya cruzado en el nuevo lado.
Recién, cruzando el puente de hormigón que lleva a Barra do Garças, cruzamos varias cosas.
♦ Cruzamos el famoso río Araguaia, del cual se decía en otros tiempos que era el límite entre la civilización y la barbarie. Claro que, en contraste, del punto de vista de los paraborígenes, las cosas eran al revés.