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No, ayer no fue.  Recién hoy, tempranito, pudimos despegarnos.

Estamos viajando, hacia las zonas todavía no tan corroídas por la sagrada histeria de desarrollo super-rápido a todas costas; hacia la zona donde más quedan, todavía, autóctonos paraborígenes. A ver si lograremos aprender algo en camino.

En la ciudad de Anápolis, desviamos de la carretera troncal por un camino menor hacia la ciudad de Goiás; y hacia, mucho más lejos, la ciudad, el pueblo, lo que sea, de Barra do Garças.

El ambiente cambió substancialmente. Por una parte, se siente menos aridez; el pasto, si bien todavía parcimonioso, es más verde. Por otra parte, esta circunstancia más favorable está aprovechada y amplificada por cultivos variados, incluyendo, de hortalizas. En los predios dejados con pasto natural, se nota con sorpresa la casi exclusividad de ganado europeo en vez del asiático que se esperaría.  En resumen, un cambio bienvenido.

Otro bienvenido cambio es la carretera misma. No más camiones, no más ruido, emanaciones, volúmenes, inconfortables. Nos estamos reconciliando con la actividad de viajar.

Toda esta zona al oeste de Brasília - y nos estamos dando cuenta, muchas partes del Brasil - parecen ser un campo de confrontación entre Helenos y Germanos. En el campo de los Helenos, a más de Anápolis, hay poblados como Palminópolis, Firminópolis, Pirenópolis, Mesianópolis y muchos otros; en el campo adversario, de los Germanos, se alinean pueblos como Jacilândia, Ivolândia, Valdelândia, Aurilândia, Sanclerlândia y muchos otros. Qué curioso, en un país de lengua romance.

Ah, sí, pero nos vamos dando cuenta de que beatitud perfecta no hay; siendo que, en contraste con la ruta troncal, que evitaba todos los pueblos, esta ruta segundaria pasa por todos los pueblos, y cada pueblo es sinónimo de media docena de rompemuelles, y frecuentemente también de los lanzadecibeles motorizados.

Estamos un poco menos seguros de que vamos a seguir de Goiás a Barra do Garças - lo que representa varios centenares de kilómetros de camino de tierra - porque recién estuvo lloviendo copiosamente, haciéndonos presente que estamos en la época de lluvias de esta parte de Brasil. Tal vez haya sido sólo una lluvia como para asentar el polvo, quizás sea más serio. Habrá que averiguar con lugareños.

Otra cosa también nos tiene, y muy mucho más profundamente, preocupados - aun, siempre, con la fe de que lograremos llegar a Miami donde todo podrá tener solución - y es la recurrencia, a veces, del ruido horrible a la primera media-vuelta de rueda, para delante o para atrás. Felizmente, nunca se da, una vez rodando, vale decir tragando kilómetros, vale decir acercándonos a Miami.

Estamos en el pueblo de Goiás.