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por ende, para tropezar con un sinfín de quioscos vendiendo dichas menudencias. Fue recién cuando llegamos a uno de los dos centros comerciales, que encontramos dónde comprar tarjetas y una revista.

Cuando investigamos la posibilidad de adoptar el estacionamiento de dicho centro comercial como nuestro dormitorio, se nos informó que, aun en el estacionamiento, sería peligroso de noche. Pues, estamos pasando todas las noches en nuestro primer posto, a 25 kilómetros de la ciudad.

Una vez, regresamos ya de noche. Una odisea por causa de los faros. La mayoría de los vehículos resultó tener faros totalmente encandilantes, ya sea por mala alineación o, en muchos casos, por una potencia seguramente fuera de la ley. Viajar así de noche es arriesgar su vida. Efectivamente, justamente aquella vez cuando regresamos de noche, pasamos por un punto de la carretera obstruido por dos coches destrozados en el medio del pavimento y con los policías ya tomando mediciones por lo que, seguramente, hubo algún herido grave o acaso un muerto.

Nos preguntamos por qué, en vez de tomar esas medidas, no toman otras medidas para prevenir la indisciplina y la irresponsabilidad de los motoristas - y no nos referimos a rompemuelles, que nada solucionan.

Durante nuestras estadías en el susodicho estacionamiento del centro comercial, escuchamos más chillidos de neumáticos, al empezar a rodar o al acelerar dentro del estacionamiento, que jamás antes. No entendemos tanta agresividad, y en contra de su propio vehículo, en el tan suave carácter brasileño.

En el mismo estacionamiento, pudimos observar otro medidor de comportamiento humano. Un rompemuelles - porque, claro, éstos nunca faltan en el Brasil - un rompemuelles, roto exactamente en el medio del pavimento, dejando, así, un espacio vacío para el paso sin sobresalto de una rueda, en realidad, de toda la mitad izquierda de cada vehículo. ¿Cuántos motoristas aprovechaban dicho espacio vacío para meter por ahí una rueda y pasar por el agravio del rompemuelles sólo con las ruedas del otro lado? Acaso uno solo entre cincuenta. ¿Será falta de observación, de inteligencia, de individualidad, de interés en proteger su propia pertenencia contra abuso? Lo que fuere, no es muy halagador para la raza humana.

Encontramos otros trotamundos. Estos, no al dedo sino en el extremo totalmente opuesto ... con un camión de catorce toneladas. Un matrimonio alemán de Colonia - de Colonia-Köln, naturalmente, en Alemania, y no Colonia-Colonia, como en el Uruguay - el cual, de Europa, cruzó por Asia, fue a Tierra de los Fuegos, y ahora está en camino hacia Alaska, para luego regresar a Alemania.

Entre sus comentarios, encontró que, de lo que vio de Sudamérica, Chile es lo mejor.  Curioso, que viajeros al dedo, viajeros en camión de catorce toneladas, >>>>>>>>