Hoy, desde los primeros kilómetros, total cambio en el entorno. Otra vez, dio la casualidad de que pernoctamos en la línea separatoria entre dos regiones.
No más alternaciones entre selva agonizante y espacios vacíos - realmente no sabemos si se merecen la denominación de pastajes incipientes. No más aserraderos, no más camiones cargados de opulentos troncos, no más humo, por ningún lado. Sólo algo que no se sabe si es gato o liebre. Una cobertura sin duda boscosa, pero muy rala y de árboles encogidos; y, en muchos casos, de crecimiento relativamente reciente. Los únicos árboles de mayores porte y edad son palmeras desparramadas en varias agrupaciones. Todo, mediocre y, tras horas y horas, no muy interesante.
La única chispa de interés vivaz, y bien inesperada, fue ver que alguien había tenido bastante independencia de pensamiento y sentimiento como para ir en contra de la corriente general y armar una muy modesta, muy humilde ... plantación de árboles, quizás sobre dos o tres hectáreas, con un gran cartel Empresa de Reflorestamento. Quizás sea la ola del futuro.
La carretera, que, antes de Imperatriz, era frecuentemente muy mala, ahora, se volvió frecuentemente bastante buena, pero, aun cuando recientemente re-asfaltada, aquejada por incesantes ondulaciones del asfalto. Y sube y baja con la topografía ininterrumpidamente. Parece que, en el Brasil, por lo menos la parte del Brasil que vimos hasta ahora, no se sabe qué es una llanura.
Siguen los camiones volcados en una forma u otra.
Ayer, vimos, al costado de la ruta, dos grandes amontonamientos de maderas hechas añicos, consecuencia y testimonio de un vuelco en días anteriores. Hoy mismo, vimos uno de esos camiones de acoplado de 20 metros de largo, no volcado literalmente, pero sí salido de la ruta y apuntando hacia una hondonada como un buque yendo a pique. Un par de veces, vimos camiones transportando otro camión hecho chatarra.
Hemos visto hasta ahora en el Brasil más camiones accidentados, y quizás se podría decir más accidentes de tránsito en general, que en todos los demás países juntos.
En lo que va de esta carretera, de Belém a Brasília, hemos visto más postos de servicio en construcción que vimos jamás antes - muy lógico en una vía troncal recién implantada.
Hace un rato, paramos para observar de cerca y mejor una sedimentación vislumbrada desde el coche como una sensacional estratificación de colores, desde blanco talco a óxido de hierro oscuro, pasando por un abanico de rosáceos, rojizos, anaranjados.
Como nos habíamos pasado un poco, quisimos retroceder ese poco, pero, en ese mismo instante, nos olvidamos de colores, abanicos y maravillas: en la primera media vuelta de rueda hacia atrás, un ruido profundo, de esos que nos hielan >>>>>>>>