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Con asombro, nos encontramos frente a frente con varias expresiones cerámicas, desde pequeñas vasijas, de forma muy simple pero decoradas de incisiones muy finas, hasta grandes composiciones elaboradas, a la rococo se podría decir, como ya vimos en lugares más famosos de la arqueología americana. Una de las piezas, por su trabajo en profundidad de la masa, nos hizo acordar de las complicaciones de las esculturas mayas de Copán.

Según nos comentó la arqueóloga, las piezas expuestas son sólo unas pocas de una gran cantidad que se ha encontrado, lo que significa una gran producción y una fuerte sociedad.

Muy sorprendente - pero quizás no es tan sorprendente que sea sorprendente porque la pura verdad es que, hasta ahora, lo único que se sabe de dichas piezas es que existen. Nada más. No se ha hecho, hasta ahora, ningún estudio de conexiones geográficas o cronológicas o estilísticas. Incluso, nos pidió la arqueóloga que si viéramos algún material al respecto, se lo hiciéramos saber.

Pero no hace falta doctos estudios para sentir la expresividad surgida del supuesto vacío cultural de la Amazonia. Además, todo ello nos hace acordar de los estudios llevados a cabo en Ecuador, demostrando las concretas conexiones entre las culturas del lado amazónico de los Andes y del lado costero de los Andes.  Así que todavía puede haber sorpresas.

Volviendo a la desembocadura del río Amazonas, en su otra orilla, en el territorio presente de Amapá, se encontró, entre otras cosas, unas urnas funerarias como no hay otras en ninguna otra parte. Claro está que un antropólogo o una antropóloga que se respeta llamará dichas urnas funerarias antropomorfas, pero cualquiera no cegado por su dignidad científica - y, por lo visto, nuestra antropóloga tiene bastante sesos para no dejarse cegar por sus diplomas - las llamará robóticas, porque lo primero que se ve en esas urnas es un robot antropomorfo. El cuerpo es un cilindro puro y simple; las piernas que salen del cilindro son, más que nada, piernas mecánicas; y lo que sale más arriba del cilindro y se apoya en las rodillas, más que nada, parece brazos mecánicos. Sólo la tapa del cilindro tiene forma de cabeza humana. Se especula, porque, aquí también, faltan estudios, que dichas urnas serían de los años 1000 a 1200.

Finalmente, y en otra perspectiva temporal por completo, en aguas de esta desembocadura dejó su estela Francisco de Orellana, salido en 1541, en navegación, de lejano Ecuador, y llegado aquí en 1542, con su inmortal relato de las Amazonas del río.

Para completar la perspectiva histórica, hay que guardar presente, según ya mencionamos en otro contexto, que esta desembocadura del río todavía no de las Amazonas ya la había explorado, o por lo menos visto, Vicente Yáñez Pinzón, en 1500.

A comprar y acomodar toda la pulpería y, sobre todo, toda la bebida, que caben en los exiguos espacios del vehículo.