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Parece que 20 letras o espacios es una cantidad aceptable. Por ejemplo, Almirante Wandenkolk, o Assis de Vasconcelos, o Pedro Alvarez Cabral, todos con 20; y naturalmente, si puede ser más, mejor, como, por ejemplo, Visconde de Sousa Franco, con 24. Cuando el nombre baja a 18, como Gentil Bittencourt, debe de ser día de desastre para los toponimistas.

Para el viajero que trata de orientarse por el nombre de las calles, cada cruce de calle es un cruce de desastre. Hay que imaginarse esas 20 ó 24 ó aunque sea sólo 18 letras, apretadas como sardinas en lata, como un juego de confusión óptica; y todos esos genios que son incapaces de poner o de mantener en condiciones las pequeñas cosas de la vida diaria que son de su incumbencia, se creen, en total seguridad, capaces de solucionar los grandes problemas de la nación por medio de sus votos.  ¡Qué farsa!

Nada recibimos, como dicho, por nuestras penas, salvo el calor y, en horas de la tarde, una copiosa tormenta - ah, pero, sí, vimos unos araras, esos grandes pájaros amazónicos, en los más vívidos colores que se pueda conseguir en ... fieltros.  Tal vez sea cierto que Belém es el portal de la Amazonia.

Fuimos a la Dirección de Vialidad a escuchar, desde otro ángulo, el estado de la crítica carretera Porto Velho-Manaus-Venezuela. Se nos informó que todo dicho trayecto está en normales condiciones de transitabilidad. Incluso que, de Porto Velho a Manaus, hay asfalto. Todo ello, casi demasiado bueno para ser creíble tal cual después de todas las historias de horror que escuchamos. Pero una cosa parece cierta, y ya es suficiente para nosotros: de alguna manera se puede pasar. Un gran alivio en comparación con los tiempos cuando hasta esto era una incógnita, y más bien una duda negativa.

Quisimos prorrogar nuestro permiso de estadía en el país, más por precaución - ya que, ahora, nos va a tocar un trecho de más de 2.000 kilómetros solitarios para alcanzar Brasília - que por necesidad ya apremiante. Fue agregar incredulidad a las irritaciones.

Resulta que el gobierno federal brasileño castiga severamente a los visitantes que desean prorrogar sus permisos de estadía.

En la oficina de migraciones, en vez de poner un sello y una firma al dorso del permiso original y agradecer apreciativamente que el visitante quiera gastar más dinero neto y limpio traído del exterior; o en vez de, para hacer la cosa bien burocrática, incluso hacer llenar un formulario; o en vez de, para hacer la cosa más dolorosa, incluso hacer pagar un derecho; mandan de vuelta al infeliz impetrante a la calle, 1) para encontrar una librería, a comprar un formulario en cuadruplicado por persona, 2) para encontrar un banco, a pagar un derecho, y luego 3) para volver a la oficina de migraciones. Cuatro lugares totalmente diferentes y desconectados para un trámite tan ordinario y que, si bien debe de ser del interés del viajero, sino no lo haría, seguramente es del interés del país mismo.