¡Ahá! A poca distancia antes del pueblo de Nova Olinda, llegamos a campos que algunos llamarán de desolación, otros, de riqueza sonante, y otros, de promisorio futuro.
La desolación, es por los centenares de árboles secos, dispersos de horizonte a horizonte, montando una guardia fúnebre sobre los miles de sus congéneres ya llevados a los aserraderos o yaciendo a la espera de ser llevados; es por la depredación de tanta madera dura que nunca más crecerá y cuya belleza y utilidad las generaciones futuras no conocerán, porque, de lo que se corta, nada se repone.
La riqueza sonante, es por las decenas de aserraderos muy ocupados en cortar rápido lo que necesitó tantos años, tantas décadas, para crecer lentamente, que así crece la madera dura.
El promisorio futuro, es por las tropillas de cebúes que, ahora, se ve pastando donde, antes, había la flora y la fauna autóctonas; es por los corrales y mangas y bretes recién hechitos con la madera dura cortada por los aserraderos, para manejar el ganado recién implantado; instalaciones que, se supone, seguirán en uso cuando los aserraderos ya se habrán acallado por falta de madera.
Ahora, 140 kilómetros más lejos, ya en el deslinde entre el estado de Maranhão y el estado de Pará, siguen los mismos indicios pero en un estadio mucho más avanzado del cambio; muy pocos ya son los troncos secos como columnas memoriales de los bosques idos, y cada vez más continua es la nueva utilización pecuaria, en pasturas naturales, de la tierra.
Otro puesto de fumigación obligatoria contra los mosquitos y la propagación del dengue. Las zonas endémicas del dengue, como se puede deducir lógicamente de estas barreras de fumigación, se encuentran en el sur del Brasil, y aquí las fumigaciones sirven para evitar su propagación hacia el norte.
Nos enteramos de que el próximo posto de gasolina no conviene para pernoctar porque se encuentra en zona de garimpeiros, y donde hay garimpeiros hay ladrones; no que los garimpeiros sean ladrones sino que los ladrones se vienen a aprovechar de los garimpeiros, y por lo tanto de cualquiera que está en la zona. Y el próximo puesto de policía rodoviaria está a más de 100 kilómetros. Por lo tanto, si bien falta todavía una hora y media para el anochecer, nos vamos a quedar aquí mismo.
Empezamos el día bien debajo del paralelo 4, y lo estamos terminando ya bien pasado el paralelo 2.
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