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reconocido con atraso al trotamundo francés que conocimos en Ushuaia y luego re-encontramos en Río Gallegos. Ahora, tercer encuentro. Qué casualidad, estos encuentros cuando él y nosotros viajamos por lugares bastante diferentes y con cronogramas totalmente diferentes.

Entre muchas otras cosas, nos dijo, ya que había viajado mucho tiempo en Africa, por una parte, que las cataratas del Iguazú son mucho más hermosas que las famosas cataratas Victoria en Africa, y, por otra parte, que los Negros de Africa son mucho más bondadosos y confiables que los Negros del Brasil.

La ciudad de Recife es totalmente diferente de Salvador/Bahia. Su topografía es simplemente llana; sus calles y avenidas son, por lo tanto, del tipo habitual; tiene aspecto global bastante moderno; tiene una combinación de agua y tierra-firme que da espaciosidad a su centro; todo lo cual no impide que vaya conservando todavía muchas iglesias, y por lo menos dos fuertes, de la época colonial.

Entre los fuertes, hay uno, portugués, y uno, holandés, como para conmemorar las luchas pasadas, la rivalidad entre los varios invasores.

En la lista de las muchas iglesias, hay algo llamado Capela Dourada, pero que nos resulta difícil llamar una iglesia, o siquiera una capilla. Más que nada, se parece a una pinacoteca para insectos, lo que es justamente lo que lo hace diferente de cualquier otra cosa.

Tiene toda la superficie de sus paredes hasta la altura del propio cielorraso, y el cielorraso mismo, cubiertos de lo que se podría llamar un mosaico de cuadros de circunstancia en un recinto religioso, siendo cada cuadro enmarcado no por un marco suelto de verdad, sino por fiorituras doradas pintadas en las paredes o el cielorraso mismos, fiorituras que, a más de servir de marcos a los cuadros, también dan al recinto la consabida ostentación dorada.

Ahora que, para poder apreciar cada cuadro, de los aproximadamente cincuenta que hay, habría que ser insecto, o sea tener la habilidad de caminar también perpendicularmente sobre las paredes, y cabeza abajo por el cielorraso.

Entre todos los cuadros, por otra parte muy no-innovadores, hay uno que ciertamente llama la atención tanto por su forma inhabitual como por su temática estremecedora; y la forma es una necesidad para dar cabida a la temática.

Es bastante angosto en altura pero se estira horizontalmente sobre varios metros - que es lo que es necesario para representar a 18 frailes, uno al lado del otro, crucificados sobre 18 cruces. ¡Brr! Por otra parte, es la primera representación de crucifixión que hemos visto que representa el suplicio con la tablilla que servía de pequeño soporte en la cruz para prolongar tanto como posible la agonía del crucificado.