Y su calidad sigue, como lo es desde Belo Horizonte, totalmente imprevisible, alternando, sin lógica alguna, trechos, no muy largos, entre muy buenos que permiten un andar normal, y pésimos donde se puede serpentear sólo a paso lento de hombre.
El ambiente sigue razonablemente verdeante. Se ve, de vez en cuando, plantaciones de naranjos y cocoteros, pero, en verdad, no gran cosa. También, pequeños parches de bananos, papayos, caña de azúcar y maíz, a escala familiar. La mayoría de la tierra queda como para pastaje, pero animales se ve infrecuentemente. Las naranjas y los cocos están en su época de cosecha, en este mes de septiembre, fin del invierno. Frecuentes puestos caseros los tienen en venta. Camiones repletos los llevan a lugares más distantes.
Y llueve; llueve nuevamente; en todos los grados de intensidad. El Sol, esta mañana, era un engaño. El cielo no ofrece esperanza a la vista. Sólo podemos esperar que, en la Amazonia, será diferente.
Ya bien adentro del estado de Sergipe, aparecieron las primeras plantaciones realmente extensas de caña de azúcar.
Tuvimos otro espectacular vuelco con todas las ruedas hacia el cielo. Es tremendo.
El río São Francisco que separa el estado de Sergipe del estado de Alagoas tiene un lindo color esmeralda. Es el primer río de verdad que vemos desde que cruzamos el Paraná, del Paraguay al Brasil.
Recién nos dimos cuenta de que, desde Bahia, desaparecieron los Negros, por lo menos como elemento dominante. No sabríamos precisar dónde.
Sin embargo, fue aquí, en Alagoas, en lugares como Palmeira dos Indios y Porto Calvo, que hubo, en el siglo XVIII, una rebelión de 50.000 esclavos fugitivos quienes formaron una república, o trataron de formarla.
Algunos hombres llevan un sombrero típico de la zona, de cuero, en forma de calota, con un ancho alero todo alrededor, y con unas tiritas de cuero colgando del alero a la derecha y la izquierda.
La topografía, ahora, es solamente suave. Sin embargo, ofrece frecuentemente lindas y amplias vistas; a veces, lindísimas y amplísimas.
Siguen los cañaverales; ahora, realmente impresionantes.
Otro anochecer, otro posto, ya bien pasado el pueblo de São Miguel dos Campos - en Alagoas, tenemos que guardar presente, con estos cambios de estados.