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darnos una visa, porque está prohibido, podrían renovarnos la visa que conseguimos en Buenos Aires - si bien con el mismo inconveniente de que su nueva validez, también caducaría antes de nuestra llegada a la frontera; y que tendríamos que poder conseguir la renovación en cualquier otro consulado, como ser en Manaus o Boa Vista, mucho más cerca, en distancia, y especialmente en tiempo, de la frontera. Así que andamos otra vez con opiniones divergentes entre varios consulados de un mismo país. Veremos quién tiene razón en el momento crucial.

En estos cinco días, también nos enteramos - tanto por una visita a la sede del Touring Club del Brasil como por el encuentro providencial de un motorista llegando de Manaus - que nos conviene, prácticamente imperativamente, estar más allá de Manaus ya alrededor de mediados de octubre, por el principio de las lluvias y su natural variabilidad. Sacamos la cuenta de los días disponibles, que no son demasiados, y de los kilómetros faltantes, que son muchísimos, unos 13.000, con el impredecible tiempo adicional para todas las observaciones en camino, y habrá que apurarse.

Mañana, tendríamos que seguir viaje y empezar lo que será nuestro contacto con la vastedad de Brasil.  Hasta ahora, fue sólo lo más conocido y común.

Los mismos Brasileños a quienes detallamos nuestro derrotero planeado tienen una reacción sin palabras, pero por ello tanto más expresiva, de pavor ante nuestro proyecto.

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\RJ/  Esta mañana, 27 de agosto.
  FIN 
Aun antes de arrancar para seguir viaje hacia el norte, nos llevamos una sorpresa que, en literatura, se podría juzgar como golpe de espanto bien calculado pero que, en la vida real - en nuestra vida real - nos tardó digerir. Recién esta mañana, cuando nos despedíamos con las mil gracias, le pareció oportuno a nuestro benefactor de la estación de servicio comentar que ésta fue ... ¡asaltada 17 veces en los últimos 8 años!

Ahora, nos está tocando el purgatorio de salir de São Sebastião do Rio de Janeiro, para los románticos, de São Sebastião da Baía de Janeiro, para los realistas.

Estamos viajando hacia el pueblo de Petrópolis, y hacia nuestra meta más lejana, la zona de Belo Horizonte.

Por aquí, la topografía resulta muy montañosa; nos hace pensar en la Cordillera septentrional, quizás en Colombia, con la salvedad de que, aquí, todos los altibajos oscilan alrededor de los 1.000 metros de altitud, en vez de los 3.000, allá.

El camino es angosto, sinuoso, rugoso.