hasta alturas fuera de lo común, y rectísimas. Se merecen su nombre de imperiales.
RJ Otra cosa es los postes de alumbrado público en ciertas grandes explanadas, de una forma muy similar al tronco de las palmeras imperiales, pero llegando a alturas todavía mayores.
RJ Otra cosa es el laberinto de túneles de tráfico automotor perforando los morros para evitar la parálisis de una ciudad que creció donde no tenía que haber crecido. Hay túneles cortos, largos, rectos, curvos, horizontales, inclinados; hasta hay un túnel de dos pisos, uno de ida, otro de vuelta.
Este laberinto, en escala reducida, haría las delicias de los aficionados a modelos reducidos funcionales, con tráfico desapareciendo, reapareciendo, subiendo, bajando, entrecruzándose a desnivel, desapareciendo otra vez, y dando vueltas imprevistas. Después de viajar por dicho laberinto, a uno se le quita cualquier deseo de ir a un parque de diversiones.
Por otra parte, en estos túneles, Baía de Janeiro tiene probablemente un óptimo sistema de refugios antinucleares para la próxima contienda.
RJ Un morro, en vez de haber sido perforado por un túnel para dar paso a una autopista, fue cortado por la mitad de cabeza a pie, como una torta.
RJ Otros morros sufrieron un destino todavía más infamante: simplemente fueron arrasados. Donde, hoy, está la Esplanada do Castelo, antes, había el morro do Castelo; el Parque do Flamengo es el morro Santo Antônio tirado en la bahía.
RJ Otra cosa es el Santo emprendedor del convento de Santo Antônio.
En 1710, Santo Antônio fue hecho capitán del ejército portugués ... con sueldo pagado al convento de Santo Antônio; en 1810, fue elevado a mayor; en 1814, fue ascendido a teniente-coronel y condecorado con la Gran Cruz de la Orden de Cristo; en 1914, fue pasado a retiro, sin sueldo.
RJ El pavimento es frecuentemente muy rugoso.
RJ En cuanto a tráfico, lo dicho en São Paulo evidentemente no vale para Rio. Aquí, otra vez hay que amargarse la vida con un comportamiento agresivo, desconsiderado. Incluso con desafíos de bocina y de gestos. Algunos Cariocas creen que, con hacer rugir su bocina, se vuelven al instante dueños del pavimento. Se dice que los Cariocas son alegres y risueños. Tal vez así eran, o tal vez así son fuera del tráfico, pero, en el tráfico, su extroversión, en vez de risueña, es agresiva.
RJ Los Cariocas, en general, nos parecen gente bastante ordinaria, comparada con los Paulistanos - que son los habitantes de la ciudad de São Paulo, en >>>>>>>>