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La vista desde arriba fue la confirmación de nuestras previsiones y el último clavo en el cajón mortuario de Rio de Janeiro.

En la punta más alta del Corcovado, se yergue un Cristo de 30 metros de alto y 1.145 toneladas. Juraríamos que lo escuchamos murmurar entre sus dientes, con los brazos extendidos en desesperación, "Eso sí que no tiene salvación". Otro mito muerto.


El Cristo

Hasta el nombre Rio de Janeiro parece dudoso, porque no hay río a la vista. A no ser - habría que estudiar el asunto - que, en el momento de la llegada de los Europeos, realmente había algún riacho o arroyo que ellos habrían llamado rio con el mes de su llegada, arroyo hoy obliterado como vimos que ocurrió en Buenos Aires.  Sí, hay, muy a la vista, una muy cómoda y extensa bahía.

Que es lo que, más que cualquier belleza panorámica, interesaba a los invasores europeos, como base de operación.  No por nada, a fines del siglo XVI, hubo durante años, tira-y-aflojes entre los Portugueses y los Franceses, a ver quién se quedaría con este botín. Sería sorprendente que algunos de estos morros no hayan servido de citadelas para defender la bahía.



Rio desde el Corcovado

La tentativa de colonización francesa, como se sabe, terminó en nada; pero dejó la observación calvinista de que la desnudez de las mujeres locales era mucho menos peligrosa para la virtud de los hombres que la cosmética, la vestimenta, las joyas y otras trampas, de las mujeres europeas.

Volviendo al nombre, en vez de Rio de Janeiro, parece que, como reflejo de lo que se ve, tendría que ser Baía de Janeiro, a no ser que se quiera volver simplemente a la toponimia paraborigen, que sería Guanabara.

                Parece que podríamos empezar a juntar una nueva
                 nomenclatura toponímica para América del Sur. 
                                      
Todo lo susodicho no significa que no haya en Baía de Janeiro cosas para notar y anotar.

RJ Una cosa es las fenomenales palmeras que se yerguen, en varios sitios, >>>>>>>>