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El comentario de los policías fue que hay mucha gente vaga que anda suelta y que los asaltantes, si no encuentran algo que robar, matan. Cómo nos gustaría estar de vuelta en el Perú, donde los ladrones, si bien innumerables, son, por lo menos, caballeros.

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Esta mañana, al ver, a la luz del día, los alrededores del puesto de policía, en una gran plaza, en el medio del pueblo, con calles de tierra pero tan tranquilo, no podemos creer lo que nos dijo ayer el oficial. No puede ser, es imposible creer, que habría sido peligroso dormir del otro lado de la calle. Pero ...

Como resto de la lluvia de anoche, lamentablemente, está lloviznando; pero, adelante.

Pueblo y ensenada de Ubatuba. Otra vez, por última vez, acabamos de cruzar el círculo tropal del Sagitario, ex-Capricornio. Otra vez, estamos por cruzar toda la zona intertropal hasta, y pasando, la línea tropal de los Mellizos, ex-Cáncer.  ¿Qué nos espera?

Pasado del estado de São Paulo al estado de Rio de Janeiro.

Hasta ahora, tuvimos ya varias horas de, posiblemente, la más pintoresca carretera costera de mar-sierra que jamás tuvimos en esta Expedición.

Y ahora, ya van 250 kilómetros: a nuestra izquierda, un ininterrumpido laberinto de miles de crestas, ninguna muy alta en metros pero muchas bastante escarpadas, y a nuestra derecha, la misma topografía, pero cambiándose, en su contacto con el mar, en islas, cadenas de islotes, angosturas, promontorios, penínsulas, olas, istmos, con costas, de rocas en las salientes, y de arena, en los ancones y las caletas.

Estuvimos ocupados así cada metro y cada minuto, admirándolo todo desde esta carretera, tan retorcida como la topografía misma, llevándonos, a veces, por entre los enredos de la sierra, a veces, por el borde mismo del mar, a altitudes siempre cambiantes entre el nivel de las olas y el nivel de las cimas.

Ahora mismo, a nuestra izquierda, el cerro Cuscuzeiro, de 1.426 metros de altitud, surge de la tierra firme, y, a nuestra derecha, el pico Cairuçu, de 1.070 metros de altitud, surge como pequeña península del mar mismo. Queremos creer, y esperamos, que altitudes tan modestas y tan cerca del mar serán más exactas que las altitudes de los gigantes andinos.

Grupos de nubes blancas, que se estiran por entre las sierras y por entre las islas, realzan todavía más el cuadro.