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Pensábamos que sería por la carretera de la cual se dice que es una de las maravillas escénicas del Brasil; pero descubrimos que ya no hay tal carretera escénica; está cerrada, condenada. En su vez, hay dos recientes carreteras paralelas, si bien bastante distantes una de la otra.

En permanente bajada. No sabíamos que estábamos, relativamente, tan alto en São Paulo. De todos modos, hoy, este camino, o cualquier otro, da lo mismo, por la niebla que tapa toda visibilidad, haciendo incluso, a veces, el andar peligroso.

Curiosamente, el lugar de mayor precipitación pluvial del Brasil no es la Amazonia sino un pequeño espacio justamente por aquí, entre São Paulo y Santos, donde cae nada menos de 380 centímetros por año (¡una capa de 3,80 metros de espesor de agua!).

Santos es el mayor puerto de Brasil. Eso, tuvimos la oportunidad, primero, de sufrirlo todo, buscando, sin éxito - por falta de señalización - la balsa para cruzar su brazo de mar hacia la costa del norte que nos llevará a Rio de Janeiro, y, luego, de verlo todo, siguiendo hacia la balsa otro amable Brasileño, que nos guió con su propio coche por kilómetros tras kilómetros de muelles, dársenas y depósitos.

Es que, por este puerto de Santos, pasan aproximadamente el 50/oo de las exportaciones y el 40/oo de las importaciones de Brasil.

Por fin; del otro lado, y viajando.  Por la costa, hacia Rio de Janeiro.

Son estos primeros kilómetros fuera de Santos, de residencias muy bien puestas, entre vegetación incluyendo palmeras y bananos, a lo largo de un agradable camino sinuoso y asfaltado. Lamentablemente, como corresponde a un centro de turismo de mar, el mar no se ve, tapado por el crecimiento urbano levantado para disfrutar ... el mar.

De todos modos, con el aire más respirable y la vegetación, uno se siente resucitar.

Ahora, más allá del núcleo residencial, sigue la vegetación exuberante, sigue el camino sinuoso, en una topografía netamente serrana.

Después de un segundo cruce por balsa, y ya de noche, nos acercamos a un puesto de policía, preguntando si habría problema en estacionar para la noche del otro lado del camino de tierra a un costado del puesto. Sí, habría problema. Es muito perigoso, y con la habitual amabilidad brasileña, sin siquiera pedir nuestro parecer, nos metieron dentro del puesto, debajo de un tinglado donde guardan sus propios coches.

Y aquí estamos, protegidos contra ladrones y, de paso, contra la lluvia que está cayendo.