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animales hay en cada territorio, y por ello mismo, cuando ve o entreve algo, lo ve o entreve con maravillamiento, un maravillamiento que no existe cuando se sabe qué se va a ver, garantido, entre tres paredes desnudas; la diferencia entre ver, garantido, un conejo en una jaula, y sorprender, tal vez, una liebre en la naturaleza.

Algo que quizás podría no llamarse cárcel, sino más bien jardín, zoológico.

Hay animales sobre cuya cantidad, sin embargo, no se puede tener dudas. ¿Cómo se podrían esconder de la vista seis girafas, o cuatro elefantes?

Los osos pardos realmente inspiran respetuoso pavor por su comportamiento de declarada altivez si no de pugnacidad.

Hay pavos, pero no, no los habituales pavos reales, sino pavos todo blancos - de pies a cabeza, y de cabeza a cola.

Hay un mandril (macaco) del golfo de Guinea, con una cara y un trasero polícromos como si fueran papagayos; el trasero, especialmente, es tal derroche de colores que más bien parece un cuadro surrealista.

Y hay más.

Cada animal tiene su ficha educativa; su distribución geográfica - no sólo en palabras sino también en un mapamundi, de manera que uno también aprende geografía; su tipo de entorno natural; peso; duración de vida; de gestación.

Los cobertizos están bien hechos y, frecuentemente, a tono con los animales. La variedad topográfica del terreno resulta en una variedad de ángulos de observación de los animales. El espectáculo no es sólo los animales sino la cárcel en sí. Si nosotros fuéramos animales del tipo que se merece ser visto, y si tuviéramos por ello que vivir encarcelados, probablemente quisiéramos vivir en este zóológico.

Hay, por otra parte, un gran jardín botánico, contiguo al zoológico, con, entre otras cosas, nada menos que 32.000 variedades de orquídeas. Pero, naturalmente, en un jardín botánico ya se depende de la estación del año.

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\SP/  Esta mañana, de São Paulo salimos.
 FIN
Fue por entre una última muestra de su mezcla de contaminantes y niebla.

Hacia el puerto de Santos.