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zoológica de São Paulo es la más grande de la Tierra, si bien se concede que hay, ciertamente, otras que tienen más animales.

Pero no importan las estadísticas. Son el impacto, la originalidad, la calidad, que valen. Habría que poder hablar, al mismo tiempo, como en una encimada de palabras, de la magnificencia de muchos de los animales, y de la belleza, originalidad y amplitud de muchos de los ambientes, ya que es la combinación de todo eso que hace que uno agrande los ojos de sorpresa, más de una vez.

Hay un lago que no es un miserable obligado ojo de agua artificial, sino un amplísimo lago de verdad, con centenares - seguramente sobrepasando el millar - de pájaros, incluyendo cisnes a todos los gustos: todo negros, todo blancos, bicolores.

En varios sitios de la orilla, hay baterías de carteles con los perfiles de los tipos de pájaros, y datos pertinentes.

En ese mismo lago, hay islas donde moran animales sin jaulas; como hay, entre ellos, monos, hay sogas tendidas de isla en isla para que los monos pasen de una a otra, haciendo las delicias de los visitantes.

Hay todo un tupidísimo bosque de arbustos y árboles, dividido en grandes domos por tejido de alambre envolviendo todo, incluyendo las copas de los árboles, con pájaros.  Un tremendo aviario.

Hay también pájaros presentados de manera sorprendente por ser éste un zoológico y no un museo - manera quizás un poco objetable: en grandes edificios cerrados, con paisajes internos artificialmente construidos; en realidad, como las famosas vidrieras del museo de ciencias "naturales" de Chicago, pero con plantas y pájaros vivos.

Hay que ver la magnificencia de cuanto tigre siberiano, león, gorila, tigre de Bengala, se ve o entreve, en sus respectivos dominios, tan extensos, tan llenos de vegetación, que parecen, más bien son, pedazos de naturaleza.

Y esta descripción contiene la substancia, el mérito, del asunto. Los respectivos territorios de esas criaturas son tan extensos, tan llenos de vegetación, que, tanto animales como gente, tienen sus beneficios.

Por una parte, los animales no tienen que mirar hacia el exterior, hacia la gente, para ver un pedazo de mundo, ven un pedazo de mundo en su rededor inmediato y son parte de él; los animales no están en exposición forzada en desconsideración de la privacidad a la cual tienen derecho en la naturaleza sino que tienen la posibilidad de ejercer o no ejercer su derecho a su privacidad y equilibrio psíquico.

Y, por otra parte, la gente tiene la suerte de no saber cuándo, cómo, dónde, va a ver o entrever qué, ni siquiera puede saber a ciencia cierta cuántos >>>>>>>>