hacia las puntas. Todo ello, después del equivalente de dos días enteros perdidos anteriormente buscando, buscando, un taller; todo, por una miserable hoja de elástico en esta magna capital de la industria y del comercio sudamericanos.
SP También por la magia de las páginas amarillas encontramos una lavandería por kilogramo.
SP El tráfico de São Paulo, dentro de su densidad, es bastante civilizado. Hay, a veces, el total desprecio de las señales y de los faroles - como aquí llaman los semáforos - que es donde y cuando intervienen las valquirias. Pero los demás desacatos son más bien como inteligente corrección de una situación absurda.
El tráfico de São Paulo nos parece el más amable que vimos hasta ahora. Naturalmente, en Canadá y Vespuccia, los motoristas también dejan pasar a los demás motoristas, pero allá lo hacen por obligación, porque así fueron programados, porque así se lo dictan los indicadores, mientras que, aquí, los motoristas dejan pasar otros motoristas por amabilidad, porque así lo escogieron libremente.
Esta caballerosidad cortesana individual de motorista a motorista es tanto más refinada, elegante, expresiva, cuando se piensa en las olas ovinas, con psicología de masas, tapando los cruces de las avenidas por debajo de las lanzas de las walkyrias.
La cosa hasta se pone contagiosa, y uno siente la satisfacción de poder hacer lo mismo para los demás en vez de tener que volverse bestia para sobrevivir bestialidad.
Nos va pareciendo que la amabilidad de los Brasileños no es el mero arte de convivir con el prójimo, sino el arte más amplio de tomar la vida como venga, con la sonrisa, y siempre con respeto de los demás. Nunca vimos hasta ahora en el Braziú un cartel, por ejemplo en un portón de residencia particular, proclamando "prohibido estacionar", siendo la fórmula "por favor, no estacione", o "se pide no estacionar".
SP Parece que los Brasileños usan el sistema decimal con un injerto de sistema duodecimal. Muchas veces quedábamos perplejos al escuchar en la radio, o en la calle, números como "dois, meia, cinco" o "meia, meia, quatro" hasta que, finalmente, supusimos, y eventualmente recibimos la confirmación, que la meia era media docena, o sea 6, y que los números eran "dos, seis, cinco" o "seis, seis, cuatro". ¡Cada invento que se ve de país en país!
SP Otro invento: la manera de vender bolsas de plástico. Mientras que, en otros países, se vende bolsas de plástico por su tamaño en centímetros, aquí, se las vende por su volumen en litros, y qué importa el ancho o el largo - lo malo del caso es que, de las medidas, se puede deducir el volumen, pero, del volumen, no se puede deducir las medidas.