A 180 kilómetros de São Paulo, la mayor parte del pluviobosque fue pelada de la faz de la Tierra y, en su vez, hay grandes plantaciones de bananos y, en grado menor, de eucaliptos, coníferos, citros, y también té.
La densidad del tráfico es increíble, a todavía 180 kilómetros de Sõo Paulo; ¿cómo será São Paulo mismo?
Encontramos otra razón para no dormir cerca de la carretera, por lo menos muy cerca de la carretera. Algunos de esos camiones son volcadores; y no de aquellos volcadores así diseñados en las fábricas, sino de aquellos que se tumban de repente de costado cuando, por alguna razón, el conductor pierde control. Ya vimos, entre ayer y hoy, tres camiones "volcadores" volcados así. Pero no habría que hacer semejantes chistes; en uno de los casos, el camión, al volcarse, cayó un par de metros abajo, fuera de la carretera, de manera que la cabina quedó hecha chatarra y el conductor, papilla. Lo mismo nos podría haber ocurrido allá, en el Artico canadiense, si no hubiésemos tenido una mano protectora ocupándose de nosotros.
En el mismo renglón, cerca de los puestos de policía caminera - que, incidentalmente nunca molestan a nadie - siempre hay un nutrido muestrario de coches hechos bandoneones; siempre, una fuente de asombro cómo un coche puede arrugarse así.
Siempre en las mismas condiciones de topografía, panorama, carretera y tráfico, llegamos a unos 80 kilómetros de São Paulo.
Nos pareció más cuerdo no acercarnos más, y más bien pernoctar - en un recinto de servicio, se entiende - a esta distancia, donde todavía no hay repercusiones de la gran metrópoli.
Es imposible terminar las anotaciones de hoy sin volver a los camiones, al increíble, asombroso, abrumador, inenarrable, tropel de esos monstruos arrastrando sus cargas. Nunca hemos visto semejante cosa; y hay que haber sido - como fuimos nosotros varias veces - atrapado detrás de un camión, echando retumbes y humo, reptando a 16 kilómetros por hora, tratando de pasar otro camión, echando retumbes y humo, reptando a 15 kilómetros por hora, y los dos bloqueando la calzada, para saber qué es ser paciente - sin hablar de la contaminación que, por otra parte, nos estuvimos tragando todo el día.
Este ciclópeo fenómeno sigue allí, afuera, ahora mismo, ya de noche. Parece un incesante convoy militar en tiempo de guerra, en un titanesco esfuerzo logístico. Ahí está; es simplemente un incesante convoy comercial en un titanesco esfuerzo económico - pero no por ello menos infernal; si hasta el muy hermoso panorama perdió su hermosura para nosotros. Y no hay ruta alternativa posible, como había, a veces, en Vespuccia, para no ir por las autopistas. Si es así de este lado de São Paulo, ¿cómo será el tráfico entre dos ciudades grandes como São Paulo y Rio de Janeiro? Felizmente, allí, >>>>>>>>