grandes y pesados, de manera que los enanos - como nosotros y algunos pocos otros atrevidos - tienen que cuidar que la cosa no se les vuelva aplastante literalmente.
Volviendo a la topografía, con estas importantes serranías, estamos en el corazón de la curiosa situación de que, entre Porto Alegre, más al sur de nosotros, y Rio de Janeiro, o sea justamente a lo largo de nuestro derrotero hacia el norte, las serranías del interior del Brasil no bajan hacia el océano sino que culminan en una escarpada sierra costera; por lo que todo este pintoresquismo obliga a todos los ríos mayores, aunque nacidos cerquita del Atlántico, a alejarse del mar y a recorrer enormes distancias por el interior, llegando mayormente hasta el propio estuario de la Plata, incluyendo el Paraná ya tantas veces mencionado.
La vegetación es del tipo pluviobosque, adornado - o ahogado, cómo se lo quiera mirar - por una manta de enredaderas como ya vimos en Ecuador y varias otras partes; incluso hay, para seguir la analogía con Ecuador baritropical, chozas de caña y paja acurrucadas entre bananos, como en aquellos sitios ecuatorianos.
Uno de esos bananales
Y volviendo a la topografía, hay paisajes que son réplica de la Cordillera colombiana, salvo, se entiende, que la altitud general de la fundación geológica, aquí, está más baja por 2.000 ó 3.000 metros que en Colombia. Ahora mismo, estamos en una larguísima bajada, empezada ya hace rato y de la cual no se ve el fin; al contrario, vemos, como veíamos en aquel entonces, sinuosidades de la carretera lejos, donde estuvimos o estaremos; incluso, acabamos de pasar por un derrumbe tapando la mitad de la calzada.
### Estamos por cruzar el meridiano 48. Vale decir que estamos por cruzar la línea divisoria del Tratado de Tordesillas entre las invasiones española y portuguesa en América. Vale decir que estamos por ingresar, más probablemente en este momento ya hemos ingresado, al Brasil original pre-expansionista.
Nos preguntamos otra vez por qué Portugal se conformó con un tratado aparentemente tan fútil para él, ya que, en aquel entonces, parecía que no recibía nada salvo agua, siendo que todas las apariencias eran que las tierras nuevas estaban todas bien más allá hacia el oeste de la demarcación de 370 leguas convenida, o sea en la zona asignada a España.
También nos preguntamos si España hubiese accedido al Tratado de Tordesillas si hubiese sabido entonces que había tierras en la futura zona portuguesa, al este de las 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde.
No podemos no notar hasta qué proximidad tangencial de la sección sur de este meridiano demarcatorio los Jesuitas misionarios aquellos estacaron la extensión original de sus territorios con el beneplácito del rey de España. ¿No había sido ello una intencionada estrategia del rey contra el expansionismo portugués, por lo menos en esta comarca?