Esos Brasileños que van a la Argentina a disfrutar de las cataratas y regresan a su país, los vimos nosotros. Pero nos enteramos, por otra parte, claro que no acá sino en la Argentina, de que hay Brasileños que van a la Argentina a disfrutar de otras cosas, y tanto, que se quedan a disfrutarlas para siempre; en otras, pocas, palabras, de que hay, desde los años 1970, una invasión-hormiga de Brasileños quienes ocupan tierras ilegalmente, especialmente, para más exactitud, la que le da más plausibilidad, en la zona de San Antonio - Deseado, una mini-versión de los bandeirantes de siglos pasados en este siglo XX - que es la dimensión histórica que nos interesa.
En uno de los puntos donde quisimos tomar fotografías, nos encontramos con polvo de agua más invencible que el de la Entrada al Infierno, porque era permanente. No hubo otro remedio, para la toma de fotografías, que usar un paraguas - para lo que sirviera ya que buena parte del finísimo polvo acuoso no bajaba sino subía; y para efectuar los varios cambios de objetivos, que alejarse cada vez, subiendo una incómoda escalera de piedras desiguales y mojadas, y bajándola de regreso sin tropezar o resbalar: un buen ejercicio sin duda; mientras los beatos turistas tomaban fotografías uno del otro, e incluso cambiaban películas en sus cámaras, a veces sin saber cómo hacerlo, sin preocuparse del baño de polvo acuoso que los empapaba, cuerpos y cámaras.
Ah, ¡y las mariposas!
Una vez, cuando regresamos a nuestro coche, que habíamos dejado al borde de la carretera para tomar unas fotografías, lo encontramos, a primera vista desde una distancia, extraño, sin poder decir por qué, y, a segunda vista de más cerca, salpicado por muchas docenas de mariposas; de dos tipos, y siendo por colmo, como para mofarse de nosotros, o quizás al contrario, darnos una merecida oportunidad, uno de los tipos, del exacto tipo de aquella muy única mariposa aparentemente de alambre y vidrio entrevista demasiado brevemente en la penumbra del bosque del lado argentino.
Parece que a las mariposas les gusta más el lado brasileño
Y ahora, teníamos docenas de esa misma rareza, bajo todos los ángulos, a la luz del Sol, a la sombra, leyendo la inscripción del coche, reflejándose en el parabrisas.
Pudimos observar, con subyugado interés, que el armazón de esas mariposas no es uniformemente negro sino, de individuo a individuo, de diferentes colores como pardo o gris muy oscuros; y que la membrana transparente de las alas no es lisa como vidrio sino micrométricamente arrugadita como plástico, y que, además, no es transparente siempre, sino perfectamente transparente desde ciertos ángulos y asombrosamente iridiscente desde otros ángulos; una pura maravilla.
Además, justamente por este fenómeno de dos aspectos desde dos puntos de observación, una misma ala podía verse a la vez transparente en visión directa e iridiscente en su reflejo en el parabrisas.