para el paso desde Paraguay por el Brasil hacia la Argentina. Para adentrarse más en el Brasil, habría trámites - y habrá para nosotros, eventualmente.
Circulando por Foz do Iguaçu, la única impresión que se puede tener, porque acapara toda la atención, es la subdesarrollada, ignominiosa, deprimente, humillante, sucesión de rompemuelles; rompemuelles tremendos, implacables, feroces, a distancias variables entre quizás 80, 100, 200 ó 300 metros. ¿Será tal tipo de país, el Brasil? Veremos cuando lo conozcamos mejor.
¿Cómo será la salida desde Brasil hacia la Argentina? ¿Habrá sorpresas? ¿Cómo será la entrada a la Argentina?
La salida fue sin sorpresas, o sea sin trámite.
Estamos cruzando el río Iguazú, o Iguaçu, fronterizo entre Brasil y Argentina, una lombriz muerta más que otra cosa, allá, abajo, en su cañón; y ¿es eso lo que hace las famosas cataratas?
Estamos en la Argentina, sin sellos, sin firmas, sin documentos, siempre que no pasemos de cierta distancia de la frontera, o sea siempre que nos limitemos a visitar las cataratas; otra zona franca, continuación de aquélla en el Brasil.
Naturalmente, antes de la guerra de la Triple Alianza, estaríamos todavía en el Paraguay, porque fue a consecuencia de dicha guerra que la Argentina le arrancó toda esta provincia de Misiones al Paraguay.
Fue la séptima vez que ingresamos a la Argentina durante esta Expedición, y la última.
En contraste con nuestro primer ingreso, desde Chile, aquí hubo un cartel de bienvenida.
Es la primera vez que estuvimos en tres países en el mismo día - en la misma hora, se puede decir en toda verdad.
También, cambiamos otra vez de zona horaria, las 15 se hizo de repente las 16.
Debemos de estar acercándonos a las cataratas, aunque todavía a varios kilómetros, porque, por encima del monte, se ve ondulantes penachos blancos, probablemente la pulverización de agua propulsada por las cataratas. La vista nos hace recordar de la vista similar acercándose a Yellowstone, salvo que allá era vapor.
Llegamos hasta donde se puede llegar con vehículo, desde donde se vislumbra, por entre la vegetación, la curva superior de una catarata, sin poder siquiera imaginarse a dónde va a parar, y se oye el ciclópeo retumbe de algo infernal que debe de empezar a distancia de corta caminata, pero debe de ser vasto, por la inmensidad del estruendo que produce.