Quisimos confirmar nuestra dirección en esta zona bastante despoblada, pero tuvimos que dirigirnos a tres personas para encontrar una que hablara castellano. Muy curiosamente, un hombre joven y luego una niña de edad escolar, hablaban sólo guaraní, y también muy curiosamente, fue una mujer ya madura que, a más de guaraní, también pudo comunicar en castellano.
La tierra no es siempre roja; tiene una inhabitual alternación de color rojo y de color gris, lo que se nota claramente en la idéntica alternación de color, de termitero a termitero, de los muchos termiteros que hay, como en mojones de telemuestra del mosaico de minerales en la comarca con sus respectivos colores.
Gracias a la guía de un lugareño, acabamos de ver una roca.
Estamos contentos de haberla visto. Pero, antes de detallar el moribundo, fantasmal, estado de los vestigios, es menester anotar que, según el lugareño, el sitio se llama cerro Tororó, es uno de varios en la zona, y se encuentra a cuarenta minutos de caminata del cerro Polilla.
Estamos contentos de haberla visto aun cuando todo está borrado, lavado, por intemperies, por moho, por el habitual vandalismo contemporáneo, de manera que apenas se percibe algunos trazos, algo fuera de la vertical, algo paralelos entre sí, muy al estilo de algunas de las inscripciones degeneradas que vimos en Asunción, procedentes del cerro Polilla, como ésta,
etc.
Nada que se pueda, o valga la pena, fotografiar. Y quizás mejor así, considerando las nubes de mosquitos famélicos - si bien mosquitos, evidentemente, de ningún modo nos amilanarían en caso de interés, y solamente nos sirven de fácil consuelo.
Así como razonamos ya en Asunción, llegamos a la conclusión, aquí, de que, con todo lo ya escuchado y visto, con la gran dificultad que tuvimos con la trocha para llegar hasta aquí, y considerando que la historia especulativa de lo vikingo en Paraguay ya la tenemos de todos modos, al cerro Polilla no vamos a ir.
Más interesante será esperar las investigaciones, dentro de lo que permitirá el timoroso parroquialismo de las ciencias. Justamente, hace un par de días, salió a conocimiento público que, en el Brasil, se descubrió una cueva con indicios de presencia humana de hace unos 30.000 a 35.000 años, y la cofradía científica contestó que "no puede ser" porque "de ser cierto, habría que re-escribir toda la historia de la presencia del hombre en América" - que no es la única vez cuando tal vil consideración guía una opinión científica.
Estamos de vuelta en Villarica, y aquí, en una linda plaza con lindo alumbrado, además agraciada con juegos infantiles, pasaremos la noche. Y no es la única plaza de Villarrica, porque la alcaldía tiene la suya, y una iglesia tiene la suya.