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con los Mennonitas ya en Canadá por su negativa de asimilarse al idioma y a las costumbres prevalentes, y por otra parte, por la depresión económica mundial; y también por una enfermedad de los ojos de que padecían los emigrantes.

Y Vespuccia tampoco los quiso recibir. Y Alemania no los quería guardar, ya que su ingreso había sido expresamente en tránsito.

Entonces, dos últimas posibilidades: el Paraguay, donde ya había la colonia procedente de los descontentos de Canadá; o el Brasil.

Algunos Mennonitas, los más ortodoxos, vinieron aquí, al Chaco paraguayo, porque el Paraguay les garantizó la conservación de su idioma, incluyendo la enseñanza escolar en su idioma, así como la exención del servicio militar, por su principio de no-violencia. Los demás Mennonitas, menos estrictos en sus convicciones, pero más interesados en un ambiente climático más acogedor, se fueron al sur del Brasil, donde pudieron conservar su idioma, pero no así su exención del servicio militar.

Fue desde entonces que se forjó la legenda de los Mennonitas en el Paraguay, a la par que se desarrollaba esta, su segunda colonia grande, contigua a la primera colonia - aquella procedente de Canadá.

Estos nuevos Mennonitas en el Paraguay tuvieron que enfrentar, un mar de maleza espinosa; una tierra y un clima desconocidos, que no sabían cómo cultivar o cómo predecir; una epidemie de tifus, el flagelo de la malaria; invasiones de langostas, de hormigas; sequías; y, por colmo, al año más o menos de haber llegado, los tres años de la guerra paraguayo-boliviana justamente por este Chaco.

Pero, a los dos años, o sea en 1932, ya tenían, un hospital de planta baja y piso alto, un edificio de administración, una escuela, un almacén, un aserradero, una prensa de aceite, un molino harinero.

Ahora que estos Mennonitas, desde las cimas del éxito alcanzado, y todavía en pleno desarrollo, son los primeros en destacar que, así como ni siquiera podrían haber costeado su viaje al Paraguay sin la ayuda total recibida de sus correligionarios de Norteamérica y otros sitios, tampoco, una vez acá, podrían haber aguantado los primeros años sin ayuda adicional de las mismas fuentes. Un factor decisivo fue recibir de Vespuccia pasto búfalo que aquí se aclimató muy bien y marcó el paso de la ganadería extensiva a la ganadería intensiva. Sin esta ayuda, aun con toda su férrea determinación por arraigarse, hoy no estarían aquí los Mennonitas, o estarían bajo tierra; no habría los frutales cítricos, las chacras, el ganado, los alambrados, los campos, los pastoreos de pasto búfalo.