Pero no hay tiempo, en lo que queda del día, para ordenar y anotar todo lo aprendido. Es el problema de siempre, sea dicho de paso, que todo cuanto vamos aprendiendo en el curso de esta Expedición, lo aprendemos no en forma de conferencia estructurada sino en forma de conversación espontánea, de acontecimientos fortuitos, por lo que, luego, hay que ordenar el material, lo que, a veces, lleva tiempo.
De todos modos, queremos aprovechar el resto del día para seguir escuchando la radioemisora mennonita porque estamos grabando muestras de sus muchas facetas, como, de vez en cuando, hemos ya grabado muestras de otras radioemisoras excepcionales por algún, buen, mal, o extraño, rasgo, y ello también lleva bastante tiempo.
Así que mañana será; salvo que no llevará ningún tiempo agregar ahora mismo que, en el mercado, un tipo de supermercado rural, hay cierta falta de variedad de verduras y frutas, pero hay buenos fiambres, quesos y miel, y una primicia para nosotros, un muy delicioso pan de sorgo, fresquito, incluso calentito del horno, nada de pan fabricado la semana pasada y cargado de productos químicos.
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Mañana es hoy.
Concebir los Mennonitas como un grupo de Alemanes sectarios religiosos emigrados de Rusia para afincarse en el Paraguay es simplificar las cosas casi tanto como imaginar los Vikingos navegando desde Groenlandia o Escandinavia, con viento en popa o aun a fuerza de remos, hasta, por suerte y empeño, culminar su viaje explorando el Paraguay.
La historia de los Mennonitas no empieza en Rusia, ni siquiera en Alemania; ni a principios del siglo XX, ni siquiera en el siglo XIX. Empieza, se podría decir como en los cuentos de hadas, en otros tiempos y otros sitios, allá, lejos, hace mucho. Empieza en el año 1525, en Suiza.
Alrededor de ese año, en ese país, estaban en efervescencia la rama local de la Reforma y sus protestantes contra el orden, o desorden, religioso católico imperante. Era un movimiento, al principio, espontáneo, con un portavoz falto de organización; hasta que, pronto, llamó la atención de un sacerdote, paradójicamente, católico, a punto de que éste se olvidó de su catolicismo y sintió la vocación de dar al movimiento protestante una organización coherente, volviéndose él así, pues, su organizador histórico. Se llamaba Menno Simons; ahá, ahora sabemos qué es un Mennonita.
Como no podía ser de otra manera, tales cuestionamientos del orden o desorden establecido provocaron persecuciones; y persecuciones provocaron emigraciones.