e inventiva, en cada uno de los sesenta motivos, un motivo muy individualizado en cada redondel.
La única otra manera cómo se podría lograr el mismo resultado sería con compás, regla y tinta china, en manos de un experto dibujante, salvo que, en el ñandutí, todo está hecho físicamente con un nítido hilo blanco.
Estas telarañas albas, que es lo que ñandu-tí significa, tan identificadas con el Paraguay, vienen, sin embargo, de muy lejísimos, de los Arabes, de los arabescos morisco-andaluces de los antiguos encajes españoles, por conducto de algunas encajeras de Tenerife de las Canarias, a cuya base exótica se fue incorporando, luego, inspiración de motivos de la naturaleza autóctona.
Vemos una exacta similitud entre este arte del ñandutí en manos de las Guaraníes y el arte escultórico de los Inuit; y es que ambas estas artes, en las cuales ambos paraborígenes son excelsos, no son, paradójicamente, artes autóctonas sino aprendidas por los paraborígenes de sus invasores respectivos, descubriendo así los paraborígenes en sí mismos altísimas cualidades artísticas que, anteriormente, ignoraban que tenían.
También aprendieron los paraborígenes de sus invasores blancos el arte de la comercialización cínica. El ñandutí que se vende a los turistas es una infame farsa que tendría que estar prohibida por ley porque es difamatoria del ñandutí verdadero. No entendemos por qué no existe, en el Paraguay, el mismo sistema que existe en Canadá, de una certificación de la autenticidad de cada pieza, para preservar el buen nombre y dignidad del arte.
Además, mucho del ñandu-tí, telaraña alba, vendido a los turistas es realmente ñandu-dyeguá, vale decir telaraña colorida, ya que la mayoría del ñandu, hoy en día, se hace con colores para satisfacer el gusto de la linda mediocridad turística.
A» Dos días antes del vencimiento para la utilización de la visa venezolana conseguida tan milagrosamente en Buenos Aires, fuimos al consulado para prorrogarla; resultado - estamos otra vez sin visa, y sin saber cómo, dónde y cuándo podremos conseguir una, si es que la conseguimos. Nos dijo el cónsul que no se puede dar, ni siquiera prorrogar, visas a personas que no sean nacionales del país donde se encuentra el consulado. Así, acá, solamente a Paraguayos se puede contemplar otorgar una visa. Un extranjero, aunque resida permanentemente en el Paraguay, tiene que retornar a su país para allí solicitar una visa venezolana. Una barbaridad que no podemos creer, en este siglo XX; pero así fue la valla infranqueable; no hubo razonamiento, no hubo argumento que pudiera hallar una grieta. Le hicimos notar al cónsul muchas cosas, entre ellas que, en La Paz, donde éramos tan extranjeros como aquí, el consulado venezolano hubiese contemplado otorgarnos la visa, de no haber sido tanto tiempo antes de nuestra llegada efectiva a la frontera venezolana; por lo que esa ley esgrimida por el cónsul no podía ser como lo decía él. Pero el >>>>>>>>