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Alguien nos dijo que acá, como en tantos otros lugares sin sensibilidad social y cultural, la gente trabajadora no tiene acceso a museos - bueno, no lo dijo así - pero sí, que los museos están cerrados sábados y domingos.

Otro día, precavidamente día hábil, volvimos a dicho museo. Se dedica, y limita, a la arqueología, si se la puede llamar así, y a la etnografía, de los indígenas - entiéndase paraborígenes - que solía haber en el Paraguay - "solía haber", porque ya no los hay, según nos subrayó la directora, todos diluidos por aculturación.

De todos modos, nada extraordinario; lo de siempre, como en cualquier museo análogo. Arcos, flechas, lanzas, arpones, redes, tocados de plumas, ponchos de hilado de fibra vegetal, alfarería, decorada si se lo puede llamar así, y utilitaria. Todo, muy, muy, primitivo.

A»  Las ondas radiofónicas fueron, y siguen siendo, una gran desilusión.

Esperábamos que disfrutaríamos, con el crecido número de radiodifusoras lógico en una gran ciudad, de una mayor cantidad y variedad de música folklórica paraguaya con su sonrisa, sus arpas, y su idioma guaraní - que nos encanta escuchar por su sonido aun cuando no entendemos ni media palabra.

Estamos hasta la coronilla en latigazos sonoros.

De música clásica, nada. Entre Encarnación y Asunción, por lo menos habíamos podido captar, una vez, música clásica de Montevideo - lo que parece sorprendente por la distancia, pero no tan sorprendente si nos acordamos de que podíamos sintonizar Montevideo a gran distancia al sur, en la Patagonia.

En esta selva radiofónica, una sola vez encontramos, efímeramente, como una alucinación del oído, algunas notas clásicas, como adivinar un elusivo jaguarete en la opacidad de la selva forestal. Varias veces, luego, salimos, esperanzados, a cazar alguna música clásica, pero siempre pasó lo que pasa en cacerías: no encontramos nada. Tiene que haberla por ahí, a cuentagotas, en algún horario escondido, pero ...

Lo que sí encontramos en la radiodifusión todos los días, y a la misma hora garantida, es un programa como nunca escuchamos antes; un programa de temas perfectamente serios, relacionados con la actualidad de cada día, como, por ejemplo, la moralidad de aumentar los impuestos sobre artículos suntuarios, o la vigencia de la filosofía de Confucio en las políticas de hoy, todo, en un estilo de las más vulgares payasadas, incluyendo carcajadas desmedidas cada tres o cuatro palabras, seguramente enlatadas en una cinta magnetofónica. Quizás la más genial manera de hacerle tragar con deleite a las mayorías algo que, de otra manera, excluirían de sus vidas.