manera que los miles de paraborígenes en las misiones, después de haber perdido - y habría que ver en qué proporción de acquiescencia y de coerción - las ventajas y desventajas de su modo de vida original, con alma propia, a cambio de las ventajas y desventajas de la vida misionaria, con alma foránea, ahora caían en el abismo sin alma de la esclavitud, desde donde cualquier otra cosa seguramente les parecía un paraíso.
Tanta violencia, tantas veces repetida, obligó finalmente a muchas de las misiones periferales a replegarse más hacia el sur y el oeste de los territorios originalmente demarcados por los Jesuitas, limitándose finalmente a los territorios que hoy se llaman misioneros, tanto en la Argentina como en el Paraguay. Para evitar confusiones, hay que saber que, así como hay esta misión San Ignacio en esta provincia de Misiones del Paraguay, hay una misión San Ignacio en la provincia de Misiones de la Argentina.
Eventualmente, las misiones se hicieron más seguras, los paraborígenes en las misiones se defendieron con más desesperación porque sabían lo que les esperaba en la esclavitud, y los asaltos de los cazadores de esclavos llegaron a su fin.
Pero, en el proceso, los Jesuitas habían recibido del rey de España la autorización de armar sus misiones, lo que, en lo inmediato, había salvado la existencia física de las misiones, pero, en lo mediato, llevaba consigo su perdición.
Llegó un momento cuando el estado dentro del estado, el imperio jesuítico dentro del imperio español, donde nadie tenía el derecho de pisar salvo ellos mismos, de apenas tolerable se volvió intolerable. Y así fue que, después de varias generaciones de esta empresa, las que miden de 1609 a 1777, el rey de España de entonces - además curiosamente y de manera incomprensible también influenciado por intrigas de sus propios enemigos, los Portugueses - dispuso la expulsión de los sacerdotes, y todo empezó a decaer hasta el estado en que se ve hoy.
Se puede filosofar sobre el hecho de que los paraborígenes no fueron capaces de continuar por cuenta propia una situación físicamente tan bien encaminada, ya sobre varias generaciones.
Y ¿cómo terminó esta misión de San Ignacio Guazú, esta primera de todas las misiones, que ni siquiera un núcleo le legó al pueblo de hoy?
Resulta que esta misión utilizó como material de construcción barro apisonado y madera; por lo que, después de ser abandonada, empezó a derrumbarse, fue declarada de peligro público, y arrasada, habiéndose preservado solamente la estatuaria y los capiteles tallados de los pilares de madera - estatuaria y capiteles que hoy se conservan en el museo. La madera, de los fustes de los pilares, y de las tablas que servían de cielorraso - éstas, por centenares si no millares, con sus dibujos decorativos, y a pesar de ellos - simplemente >>>>>>>>