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religiosos, pero quién sabe si no fue con otros propósitos, nunca lejos del oportunismo político.

De todos modos, tomando autoridad de una Real Cédula, y tomando los medios financieros de la Real Hacienda, en el año 1609, la plana mayor de la Compañía de Jesús se estacó, para cumplir con su cometido, un territorio ambicioso - mucho más grande que lo que hoy se considera la tierra de las misiones jesuíticas - que comprendía una gran zona del estado brasileño de Paraná de hoy, el estado brasileño de Rio Grande do Sul de hoy, la provincia argentina de Misiones de hoy, parte de la provincia argentina de Corrientes de hoy, y la parte del Paraguay al este del río homónimo, donde estamos ahora - con excepción de la ciudad de Asunción, naturalmente - estableciendo la primera de todas estas misiones, en aquel año, aquí mismo, donde estamos, con el complejo nombre de San Ignacio Guazú.

Nos preguntamos si este híbrido euro-guaraní San Ignacio Guazú tuvo por origen 1) simplemente mimetismo, bajo la influencia de topónimos paraborígenes con esta desinencia de guazú, que ya conocemos; o 2) la astucia de quedar en las buenas gracias de los paraborígenes, utilizando una de sus palabras; o 3) la intención de realmente significar San Ignacio el Grande; o 4) una combinación de las posibilidades 2 y 3.

Obvio es que, en la progresiva toma de posesión efectiva de los territorios por medio de las sucesivas implantaciones de las misiones, los Jesuitas se encontraron con toda clase de reacciones por parte de los autóctonos.

En un extremo del abanico, se encontraron con autóctonos que incluso acogieron con alivio la posibilidad que se les ofrecía, si no por otra razón, por la razón de escapar a los pogroms que les infligían otros autóctonos. Por ejemplo, a más de los Guaraníes, gente más tranquila y sedentaria - y que justamente era un elemento demográfico apropiado para el poblamiento y funcionamiento de las misiones, había los Agaces, gente pirata que recorría los ríos en piragua, pillando y matando a los Guaraníes.

• En el otro extremo del abanico, se encontraron con autóctonos resistiéndose porfiadamente a ser nucleados en las misiones, e incluso atacando las misiones establecidas.

Y ¿qué hacían los Jesuitas en todas aquellas misiones?

Después de haber formado una misión, nucleando a miles de paraborígenes alrededor de unos pocos padres, se dedicaban, por una parte, ostensible- e innegablemente, a desarrollar - con mucho éxito, hay que decir - y enseñar a los paraborígenes, agricultura, ganadería, arquitectura, artesanías, artes; cabe destacar que fue en una de las misiones, donde se imprimió un libro por primera vez en estas partes de América, hecho tanto más notable por cuanto la imprenta fue construida por los propios paraborígenes, con tipos y planchas de >>>>>>>>