Lamentablemente, en un anuncio de un gran baile - porque, naturalmente, no puede haber baile que no sea grande - organizado por una sociedad de fomento local, destacaban, como gran atracción novedosa, la actuación de percusión electrónica, lo peor, precisamente, en embrutecimiento sonoro - no podemos decir música; pobre gente que va a perder su inocencia.
Con paciencia y suerte, conseguimos sintonizar programas de música clásica; uno, de una hora, hace un ratito, domingo al anochecer, y cuando se despidieron, fue hasta el próximo domingo; otro, en horas del mediodía, y se despidieron hasta el día siguiente. Un régimen a cuentagotas que ya encontramos en Bolivia y otros sitios.
Esta provincia de Misiones es otro territorio que, como Uruguay, y como - según vimos ya hace rato - la zona de Carmen de Patagones, se salvó del expansionismo portugués que trató de anexarlo, en 1817.
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Acabamos de presenciar la extracción de veneno de las serpientes.
Pero hoy, al Paraguay, no cruzaremos. Resulta que, en los primeros metros recorridos esta mañana, se repitió, y se impuso a nuestra atención, un ruido en la parte baja del coche, detectado por primera vez ayer, en los últimos metros; ya no una casualidad. Naturalmente, de inmediato Karel reptó debajo del vehículo: un soporte de amortiguador roto, vale decir una soldadura. Y como la mañana, luego, la pasamos por cita con los ofidios, y ahora, de tarde, los talleres y toda la ciudad se despertarán recién a las 15:30 ... hoy, cruce al Paraguay no habrá.
Mientras estamos esperando, he aquí lo visto y aprendido con el herpetólogo.
La primera duda de angustia, frente a una serpiente, es honda y automática: ¿venenosa o no venenosa? Nuestra primera reacción, mirando inquisitivamente alrededor del laboratorio del serpentario, fue, medio en chiste: "¿dónde hay un árbol para subir a buscar refugio?" Al herpetólogo no le pareció ningún chiste sino una manera graciosa de expresar la verdad y una sensatez.
Resulta que, salvo muy escasas excepciones, como el jergón y el loro machacuy, las serpientes venenosas, para bien de la humanidad, no pueden subir a árboles. Las no venenosas sí pueden trepar; pero, con éstas, uno ya se las arregla; lo peor que pueda pasar es que se infecte su mordedura, como cualquier mordedura o herida.