De paso, nos afinaron el motor, y echaron un oidazo - no sabemos por qué siempre habría que echar un vistazo - a los ejes traseros y diferencial, que parecen estar muy bien. Homenaje al paciente meticuloso empeño de don Julio con su micrómetro.
Incidentalmente, no hizo falta mirar el reloj, o escuchar un campanazo, para darse cuenta de cuándo habían llegado las 12; ya 10 minutos antes de dicha hora, los inconfundibles efluvios de un asado habían empezado a hacer cosquillas a todas las narices en el taller, así como había sido el caso en el taller mecánico en Montevideo - un lujo que los obreros vespuccianos ciertamente no se pueden dar. Pregunta: ¿qué es mejor, tener teléfono en la casa y comer un sandwich sacado de un plástico, o no tener teléfono en la casa y comerse un asado en la pausa del mediodía?
Las diligencias anteriores son fáciles de enumerar, y nos trajeron un poco de alivio; pero fueron un purgatorio, por las grandes distancias a recorrer, por el tráfico cansador, el pavimento a veces increíble, la contaminación ambiental parecida, a veces, a la mexicana, y por dificultades de entendimiento y ubicación, como ser calles re-nombradas pero que nadie conocía por su nuevo nombre, que era el que teníamos, o como ser edificios re-numerados, y por mucho, pero con todavía los viejos números indicados en las paredes, y con los números nuevos, que eran los que teníamos, desconocidos salvo por los ocupantes de cada inmueble.
Cabe mencionar la inefabilidad de manejar a contramano, impalándose en la punta de docenas de flechas claramente pintadas en sentido contrario en el pavimento, en la compañía confortante de todo el tráfico y sin miedo a represalias policiales. Es que, alguna vez, algunas calles eran del sentido marcado por las flechas, pero, un buen día, se les invirtió el sentido, empero sólo en el papel burrocrático, mientras que, en la viva realidad de las marcas en el pavimento, todo quedó como siempre. Otro caso de inculcación subliminal de desobediencia de las marcas viales. ¿Es que les falta un tarro de pintura negra para anular las flechas anteriores?
Probablemente que sí, porque, según los diarios, ya murieron diez recién nacidos en un hospital de Mendoza, por falta de higiene por falta de recursos.
El otro día, hubo una pausa parcial en el desorden del tráfico, gracias a los conductores de colectivos. Andaban a velocidad razonable, no zigzagueaban por dónde podían, no se paraban en doble fila o en el medio de la calzada para dejar ascender o descender a los pasajeros. Y ¿por qué, de repente, una actitud tan civilizada en ese, y sólo ese, día? Como protesta, pidiendo aumento de salarios. Pues que pidan aumentos de salarios toda su vida. ¿Será que en Canadá y Vespuccia los conductores de transportes públicos siempre protestan para mejorar sus salarios, que siempre manejan de manera civilizada?
Otra vez, nada más.