Estamos nuevamente en la Argentina, pero decirlo así a secas no refleja la impresión de haberse sentido un ratoncito en las garras de un gato maula.
Esta fue la quinta vez que nos presentamos para cruzar la frontera hacia la Argentina, y nos pidieron documentos que nunca nadie nos había pedido en las entradas anteriores. La pura verdad es que los documentos que nos pidieron eran solamente los prescritos por la ley, y por lo tanto nosotros los teníamos todos; son todos los puestos fronterizos anteriores que se conformaron con los esenciales de la documentación sin entrar a buscar los detalles al pie de cada letra de la ley. Pero, cuando un burócrata empieza a pedir cada detalle, aunque esté legalmente en su pleno derecho, uno nunca sabe dónde va a terminar su burocracia. Así que, especialmente después de los problemas para salir por Gualeguaychú, fue un momento bastante desagradable.
Lo inentendible es que un trámite de puesto fronterizo no sea siempre el mismo trámite en cualquier lugar que sea; de misma manera, y paralelamente, que una información que dan en un consulado no sea la misma en todos los consulados del mismo país.
De todos modos, lo irónico, o paradójico, del caso es que, después de haber entrado a la Argentina ya cuatro veces sin haber tenido jamás por escrito una duración de estadía permitida, ahora, después de haber acumulado ya seis meses en el país, tenemos, por fin, y por primera vez, una autorización por escrito de que nos podemos quedar otros noventa días.
Durante los trámites, se hizo de noche; vamos a pernoctar en un bosquecillo de eucaliptos al lado de la carretera que mañana nos llevará a Buenos Aires.
En esta frontera, por lo menos, la Argentina se muestra más amable que del lado chileno: no un cartel, sino dos, dan la bienvenida. Según ya nos preguntamos ¿será cuestión de oficiales locales de mejor o peor humor, o será política aprobada?
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\BA/ Ya una semana, dando vueltas otra vez por Buenos Aires y sus alrededores.
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En un par de días más, será definitivamente hacia el Paraguay. Tiempo de poner la crónica al día.
► Aquí, en Buenos Aires, otra vez, la suciedad endémica, la prepotencia frecuente, la muy buena y variada verdura, el frecuente estado funeste de las calzadas, y las estupideces no menos frecuentes.